Toni es propietario de algunas viviendas de campo en Sant Josep, en una urbanización «tranquila y familiar». Algunas de ellas las alquila y nunca ha tenido problemas con sus inquilinos, a excepción de uno de ellos. En marzo de 2012 arrendó una pequeña casa. La inquilina entonces era amiga de la familia de Toni, su marido era músico, la mujer carnicera y tenían varios críos. No había motivo para desconfiar. Pasaron los meses y empezaron los conflictos. Dejaron de pagar la renta, por lo que en 2013 Toni presentó una demanda de desahucio por falta de pago. El juicio no ha tenido lugar hasta febrero de este año y, entre tanto, los problemas se han ido agravando.

Al volver a reencontrarse con su hogar, hace apenas unas semanas, a Toni y a su hija Patricia les esperaba una desagradable sorpresa. Patricia, que ha crecido en esta casa y recuerda con tristeza donde estaba cada mueble, comprueba como hoy no queda nada de los recuerdos de infancia: «Se han cargado hasta la campana de la cocina», explica. Además de haberlo desmantelado todo, los ocupantes vivían en una situación de insalubridad extrema que PERIÓDICO de IBIZA Y FORMENTERA ha podido constatar in situ. «Vivían sin agua y sin luz, y ésta, que la habían pinchado del suministro eléctrico público, solo la encendían durante un rato por la noche y para encender las neveras y lavadoras», asegura Toni que nos explica lo sucedido mientras inspeccionamos la vivienda. El inodoro está completamente arrancado del sumidero y sin un excusado servible entonces, el patio de la vivienda era el baño. Hay heces, compresas, ratas muertas, papel y toallitas usadas esparcidas a lo largo de todo el solar.

Los inquilinos habían abandonado ya la casa, pero su rastro permanece a día de hoy. La finca dispone de una vivienda principal y diferentes cobertizos no habilitados para vivir y aseguran que los inquilinos «los realquilaban». Dentro de la casa, los muebles están destrozados. El patio, que antes era un huerto con árboles frutales, ahora es un auténtico vertedero. Mientras andamos por la finca, Toni desprende una de las vallas que tapa por completo la zona donde se encuentra el limonero y nos encontramos, literalmente, con un vertedero cuyo hedor es insoportable.

El drama no acaba ahí. Toni nos muestra los destrozos causados en las redes de suministros y los cambios estructurales que ha sufrido la vivienda. Con respecto a los impagos, principal motivo de la demanda interpuesta, el arrendador nos explica que la renta mensual era de 700 euros. Sin embargo, dejaron de pagar o lo comenzaron a hacer a cuentagotas «50 euros por aquí, 50 euros por allá y, al final, terminaron pinchando la luz y cargándose el contador de luz y de agua para no tener que pagar suministros. Hacían regatas y chapuzas para extraer agua de la red pública».

Costes

Al ser el titular, Toni ha tenido que pagar a las compañías de suministros una suma de 4.846 euros por la luz y 1.123 euros de agua. Asimismo, él ha tenido que pagar las costas pese a haber ganado el juicio. Según su abogada, los demandados «se han aprovechado del sistema de justicia gratuita. Sencillamente, no quieren pagar y si el sistema se lo permite, desgraciadamente, se aprovechan del mismo». Sólo los trabajos de limpieza y desinfección de la vivienda y el solar ascienden a 3.000 euros. Las obras son de valor incalculable. Ante su desamparo, Patricia pide: «Una lista negra de esta gente porque vayan adonde vayan hacen lo mismo y, encima, tienen más derechos que nosotros».

LA NOTA

Presentación de dos demandas de desahucio por falta de pago

La primera tuvo lugar en 2013: «Se presentaron en mi despacho para pagarme la cantidad adeudada sólo por renta en billetes de 500 euros», explica la abogada de Toni, Eulalia. Toni acepta, por lo que no hay desahucio. Más tarde, y con motivo de una lectura rutinaria del contador de la luz, se descubrió que lo habían puenteado y Toni se ve obligado a pagar la deuda. El día 22 de febrero de 2016, Eulalia les requiere para que abonen la cantidad que deben. No lo hacen y en mayo de 2016, se presenta una nueva demanda y como los inquilinos ya se ven obligados a abandonar la vivienda «¿para qué van a pagar?», explica Eulalia. Como ellos, hay muchos que se aprovechan de un sistema que no ampara a los arrendadores. «Los más necesitados de verdad intentan pagar. Para estos tendría que haber una Lista de Morosos, ya que salen de una casa y se van a otra para hacer lo mismo», lamenta Eulalia.