Carlos Fernández Díaz, ayer, tras acabar de pasar consulta en el hospital. | Daniel Espinosa

«No deja de ser un hospital, pero podía estar peor», dice el reumatólogo Carlos Fernández Díaz, que tiene un contrato de poco más de un mes de duración, desde el 24 de mayo al 30 de junio, para cubrir la baja de la doctora Ana Urruticoechea y que, por ahora, es el único médico que habita la residencia que ha habilitado el Ib-Salut en el antiguo hospital Can Misses. De hecho, la estrenó con otra compañera de profesión que se alojó unos días, pero que ahora ya tiene casa.

El médico murciano estaba acabando la residencia en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander cuando se enteró de la oferta de trabajo de Can Misses. «Me puse en contacto con la doctora Urruticoechea. Me gustaba cómo estaba organizado el servicio y decidí venir a hablar con ellos», explica este profesional. De hecho, los problemas de vivienda en Ibiza ya acaparaban la atención de los medios nacionales y eso le preocupaba. «Vi lo del alquiler de una furgoneta y quería aclarar si iba a disponer de un alojamiento», recuerda. En esa primera visita al hospital , el director médico, Pedro Fernández, le mostró dónde iba a estar la residencia que aún no estaba reformada, por lo que ahora confiesa que «la esperaba peor, pero tengo escritorio y baño propio».

El hecho de estar solo en el edificio por la noche «da un poco de mal rollo, pero no pasa nada, no soy miedoso», dice. Durante el día están las oficinas de servicios generales, administración y sindicatos, pero por la noche el edificio se queda vacío. Los primeros días estuvo con su compañera reumatóloga con la que viajó incluso en el ferry para venir a Ibiza. De su mudanza se trajo una televisión pequeña, «pero no funciona por la antena; tengo que comentarlo». Asegura, además, que la residencia «es una buena idea. Tal y como están las cosas con el alojamiento, me parece necesario porque aceptar una oferta de empleo resulta difícil por la vivienda». Su horario laboral es de 08.00 horas a 15.00 horas y, por su contrato, hará una única guardia. Parte de su tiempo libre lo ocupa «en revisar los casos que va a ver el día siguiente» y en dar paseos. Carlos reconoce que «tiene la sensación de que vive en un hospital, pero es mejor esto que estar en un sitio en peores condiciones».

Desde el Área de Salud aseguraron ayer que no se le ha cobrado nada a los dos médicos que han ocupado la residencia. Precisan, además, que «no se han cerrado los criterios de utilización de la residencia y el tope máximo marcado es de 15 euros; lo importante no es cobrar o no sino que se cubran los contratos de una duración limitada».