En esta sociedad materialista y excesivamente competitiva en la que estamos inmersos, en la que «hacer» es más importante que «ser» y en la que imperan las prisas, la multitarea y la consecución de objetivos, más que las personas que hay detrás de ellos, se produce un fenómeno que está haciendo que cada vez más personas se sientan estresadas, infelices y con una vida vacía y sin sentido.
Consiste en «ir en piloto automático», es decir, estar mentalmente en cualquier lugar menos en el único en el que realmente podemos estar: este momento presente.
Por supuesto, es maravilloso recordar los buenos momentos del pasado, o las experiencias vividas, y también es imprescindible planificar, aunque sea mínimamente, nuestro futuro.
El problema viene cuando no somos nosotros los que elegimos, sino que es nuestra mente, sin que nos demos cuenta, la que se escapa de lo que está ocurriendo ahora, sea lo que sea.
¿Cuántas veces nos ha ocurrido que vamos conduciendo y, de repente, nos encontramos en nuestro lugar de destino, sin poder decir realmente por dónde hemos pasado o qué había en nuestro camino?
¿Cuántas veces ocurre que estamos conversando con alguien y no estamos escuchando lo que nos dice, porque nuestra atención está en otras mil cosas que tenemos en la cabeza?
¿Cuántas veces sucede que estamos en el trabajo, pensando en todo lo que haremos cuando lleguemos a casa y, después, cuando por fin llegamos a casa, estamos pensando en todo lo que nos quedó pendiente en el trabajo?
El gran problema de nuestra sociedad actual es que no sabemos estar AQUÍ Y AHORA y nos escapamos continuamente a un pasado que ya pasó y que, por tanto, no podemos cambiar, o a un futuro que aún no ha llegado y que, por tanto, desconocemos.
Los efectos de eso, son evidentes, aunque el más importante y llamativo es el estrés y el malestar que conlleva. Cuando nos invaden mil pensamientos, planes, objetivos, emociones, recuerdos, tareas…, nuestra atención no puede con todo y nos sentimos dispersos, desconectados, desbordados y tremendamente cansados. Nos dejamos arrastrar por recuerdos dolorosos del pasado o por preocupaciones imaginadas del futuro y nos olvidamos simplemente de estar aquí y de disfrutar con las pequeñas cosas del momento.
Somos incapaces de saborear una deliciosa comida, de tener una conversación atenta o de prestar atención a lo que nos cuentan nuestra pareja o nuestros hijos, y nos perdemos nuestra vida entera. Se podría decir que no vivimos la vida, sino que es la vida la que nos vive a nosotros.
No hay nada que me apene más que, en una reunión de amigos en un restaurante, ver con tristeza cómo todos están enganchados con sus móviles y que no están realmente los unos con los otros, sino cada uno en cualquier otro lugar, lejos de esa mesa. No comparten nada entre ellos y no están realmente ahí, juntos. Para eso, hubiera dado igual que hubieran quedado, ¿verdad?
Todos nacemos con la capacidad innata de estar presentes solo con lo que sucede ahora. No hay más que ver a un niño jugando con su juguete para darnos cuenta de que, para él, no existe nada más que eso.
Pero, por costumbre, por nuestra educación, por convencionalismos sociales, etc., conforme crecemos, nos vamos cargando de obligaciones, exigencias, planes, agendas saturadas y mil actividades que cumplir, y entramos en esa espiral de querer hacer malabarismos con todo y de escaparnos continuamente, creyendo que así seremos más efectivos y nos irá mejor, cuando, en realidad, es todo lo contrario.
El problema viene cuando no somos nosotros los que decidimos, sino que todo sucede en nuestra cabeza de una forma automática.
La solución es simple, pero, no por ello fácil de conseguir: consiste en aprender a estar aquí y ahora. Darnos cuenta de cuándo no estamos aquí y decidir, conscientemente, dejar ir todo lo que no sea de este momento y volver con nuestra atención aquí.
Ello se puede conseguir de una forma más sencilla si aprendemos a conectar con nosotros mismos y con lo que está sucediendo en este momento, poniendo toda nuestra atención, por ejemplo en nuestra respiración (no podemos respirar en el pasado o el futuro, solo en este momento), las sensaciones de nuestro cuerpo (que siempre está aquí), el paisaje que nos rodea, los sonidos que escuchamos…
Consiste en estar solo aquí, en darnos cuenta de cuándo nos hemos ido, y en volver de nuevo, una y otra vez.
Si practicamos, en muy poquito tiempo conseguiremos disfrutar más de cada momento de nuestra vida y sentirnos más tranquilos y descansados y con un mayor bienestar.
¿Y tú? ¿Vas en piloto automático?
1 comentario
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gracias por tus consejos Ana! voy a ponerlos en práctica porque sí, voy en piloto automático muchas veces, una buena forma de empezar la semana!