El presidente del Gobierno y líder del PP, Mariano Rajoy, saludando a los compromisarios. | J.A.T.

El líder del Partido Popular no es guapo ni sabe hablar inglés. Y ni falta que le hace. Mariano Rajoy prefiere leer las crónicas de los partidos de fútbol en el Marca antes que los editoriales del Washington Post, y aunque practica deporte todas las mañanas -con un peculiar estilo entre el caminar rápido y el correr despacio-, le resulta imposible rechazar las caladas de un buen puro. El 95% de los más de 3.000 compromisarios que este fin de semana se han acercado a la Caja Mágica han apoyado al político gallego, que ha sido capaz de salir indemne del fin del bipartidismo y de los vergonzosos casos de corrupción que afectan a su partido. Todo ello gracias a que el PP venció en las elecciones generales, tanto en la primera como en la segunda vuelta, y Rajoy consiguió auparse de nuevo a la presidencia del Gobierno. Porque al presidente del PP le da igual jugar a controlar el partido con un juego de toque y dominando los 90 minutos que esperando al rival atrás y salir al contraataque. Mientras gane, le resulta indiferente si su equipo no juega a nada, porque lo importante es que la pelotita entre en la portería.

La gran polémica del 18 Congreso Nacional del Partido Popular la ha protagonizado Mª Dolores de Cospedal. O más bien la enmienda que pretendía acabar con la acumulación de cargos y que fue rechazada en una votación en la que, oficialmente, sólo hubo una diferencia de 25 votos y que continúa permitiendo que la secretaria general del PP pueda seguir siendo la ministra de Defensa y presidiendo el PP de Castilla La Mancha.

Continuando con los símiles futbolísticos, Rajoy decidió no modificar su ‘once inicial' y dejó prácticamente intacto el comité ejecutivo «porque lo que funciona no se cambia». El mayor beneficiado es Fernando Martínez-Maíllo, que asciende a coordinador general de la formación. El peso del PP balear en el órgano de dirección del partido, formado por 35 miembros, se limita a Maria Salom, una muestra más de la poca influencia que en estos momentos tienen los populares isleños en la cúpula del Partido Popular. Un nombre que tampoco ilusionó demasiado a la expedición balear, que apenas aplaudió cuando Rajoy nombró a Salom.

El PP balear navega sin rumbo desde que José Ramón Bauzá perdió estrepitosamente las últimas elecciones autonómicas y permitió a la izquierda volver a gobernar la Comunitat. Desde entonces parece evidente que no se ha recorrido demasiado terreno y la única voz autocrítica la levantó en su día Gabriel Cañellas, que fue quien pidió a Bauzá que abandonara su cargo como presidente de la formación balear, que en breve iniciará el camino hacia el congreso regional.

Desde el PP de Ibiza se ve con preocupación que no se haya avanzado prácticamente nada durante este tiempo en la búsqueda de la fórmula para volver a enganchar a los ciudadanos y ninguno de los cuatro precandidatos despierta un especial entusiasmo en la cúpula ibicenca. Entienden que hasta el momento se está planteando una lucha por el poder cuando lo que toca es hablar de ideas. En el PP ibicenco todavía escuece que Bauzá les ‘engañara' en el congreso de 2010, cuando convenció a los militantes de Ibiza que representaba al sector regionalismo del partido frente al españolísimo Carlos Delgado y les ninguneara cuando impuso a Margalida Durán para presidir el Parlament dejando a Pere Palau en la cuneta. Tampoco Biel Company, Jaume Bauçà o Aina Aguiló consiguen levantar pasiones en Ibiza, por lo que apuestan por una candidatura que aúne todas las sensibilidades y que tenga en cuenta las reivindicaciones de cada isla. ¿Y si la respuesta no estuviera en Mallorca?