Como narra la canción, nacimos en el Mediterráneo. En nuestro caso, en un pequeño paraíso insular donde la pineda se acerca pacíficamente a las dunas que desembocan en la mar. Arena fina y suave, placer de bañistas y aluvión de torrentes secos que más son paseo para excursionistas que curso de agua.
Así acostumbra, aunque a veces, cada cierto tiempo y merced a inusuales tormentas, la árida rambla se torna en caudaloso casi río que arrasa con todo y todos a su paso hacia la costa. Justo eso es lo que sucedió el lunes por la tarde en las cercanías de Cala Saona, donde los más de 90 litros de precipitación en poco menos de cuatro horas hicieron que el torrente canalizara las fuertes lluvias hasta la playa. Miles de metros cúbicos que se encontraron un tapón natural en forma de sistema dunar de más de dos metros de altura que acabo cediendo a la presión del agua para desplazarse a la fuerza hacia las olas. La naturaleza tomó su camino lógico llevándose consigo parte del arenal, así como las pasarelas instaladas para guiar a los bañistas a la playa, parte de las escaleras del bar que da a la zona de baño y una arqueta de la compañía Telefónica que quedó al descubierto.
En los próximos días tanto técnicos de Costas como de la Conselleria de Medi Ambient se desplazarán a la zona para comprobar in situ los estragos causados por la riada. Algunos vecinos piden ya una solución que permita que el agua pueda desembocar en la playa sin llevarse la preciada arena.
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Ya hemos visto esto en anteriores temporales, por lo que el titular de Adiós al arenal es alarmante al gas ya que en un mes o dos la playa estará como siempre.