«Fue algo horrible. De golpe, el torrente me arrastró y pensé que allí se acababa todo. El agua iba subiendo dentro del coche y no veía ninguna escapatoria hasta que apareció mi ángel de la guarda». Así recuerda Lucía Marí la «experiencia extrema» vivida la noche del viernes. «Mi compañero David y yo llegamos allí alertados por Toni Colomar, cocinero de Cas Pagés. Nos dijo que Lucía le había llamado por teléfono y le había dicho que había sido arrastrada por una avenida de agua. Al bajar del coche la situación era dantesca. La carretera era atravesada por un torrente de agua de más de un metro de alto. En un momento escuchamos los gritos de alguien que pedía socorro y unos 20 metros más abajo observamos la parte superior de lo que apuntaban ser varios vehículos». Es el panorama que se encontró el agente de la Guardia Civil de Tráfico Cristóbal Molina al final del Camí des Pujolet.

48 horas después de la torrentada que se llevó por delante varios coches en Sant Carles, Lucía todavía se emociona y da las «gracias a todo el mundo que ayudó a que hoy esté aquí para contarlo».

Los hechos se desencadenaron en torno a las 19.30 horas del viernes en la zona de ses Mines, en el torrente de Morna. «Iba a trabajar al restaurante. Estaba lloviendo pero tampoco era una cosa tremenda. Llevaba las luces cortas y al llegar a la vaguada se me vino todo encima. Mi vehículo y otros dos acabamos empotrados contra unos árboles. Menos mal que llevaba el teléfono móvil y pude llamar a Cas Pagés y alertar de donde estaba». A Lucía se le eriza la piel cuando cruza su mirada con Toni. «Menos mal que Lucía y su prima Eulalia son valientes y resistieron», subraya el compañero de trabajo de Lucía.

David Roig, el otro guardia civil que actuó en el servicio, añade que los árboles y la maleza evitaron que los coches siguieran torrente abajo y volcasen, lo que habría tenido consecuencias fatales.

Al llegar a la zona cero del torrente, David se quedó en el vehículo atendiendo la radio para coordinarse con la Policía Local de Santa Eulària y bomberos, mientras que Cristóbal trataba de localizar en la oscuridad a los coches arrastrados.

«Estábamos atrapadas en la oscuridad. Las luces de emergencia se apagaron y yo chillaba. Si no grito e indico donde estoy, de allí no salimos», recuerda Lucía.

Cristóbal apunta que intentó adentrarse aprovechando un margen de piedras pero luego vio que la única posibilidad de llegar a tiempo era lanzándose al torrente. «La fuerza me llevó en cuestión de segundos hasta el coche de Lucía. Me dijo que en otro vehículo podría haber gente y que su prima estaba encima de otro todoterreno que había a unos pocos metros. Me zambullí y comprobé que en el otro coche no había nadie. Luego estuvimos cerca de 30 minutos cogidos a una sabina. Vi una posible opción para salir agarrándonos a los árboles y, afortunadamente, aquí estamos los dos para contarlo».

Cristóbal ya sufría los primeros síntomas de hipotermia. Lucía y él ya estaban a salvo pero quedaba Eulalia. Para su rescate fue clave la intervención de Vicent des Puig, un vecino de la zona que acudió con su retroexcavadora y abrió paso a través de un muro.

Los agentes de la Policía Local y el resto de efectivos de emergencias desplazados al lugar remataron la operación rescate.

«Quiero dar las gracias a todos los que hicieron posible que el viernes volviese a nacer. Especialmente a Cristóbal, mi particular ángel de la guarda, pero también a David , a los agentes de la Policía Local y a todos los trabajadores de Cas Pagés que se movilizaron para ayudar en el rescate».

LA NOTA

Testimonio de un emotivo encuentro entre Lucía y sus rescatadores

Hasta el viernes, Lucía y Cristóbal no se conocían, pero desde aquella noche a los dos les une fuerte lazo, casi familiar. El guardia civil Cristóbal Molina acudió al rescate de Lucía y al final los dos salieron vivos de una situación de riesgo extremo. «Lo volvería a hacer. Me lancé sin cuerdas ni linterna, pero lo importante es que los dos estamos aquí», subraya Cristóbal. Ayer, PERIÓDICO de IBIZA Y FORMENTERA puso en contacto a Lucía con su rescatador. «Tenía ganas de abrazarle y darle las gracias personalmente porque el viernes la situación era tan dramática que no pude», señala una emocionada y agradecida Lucía.

El guardia civil acudió a rescatar a esta vecina de Sant Carles que «agradece enormemente el esfuerzo de todos los que ayudaron, especialmente a Cristóbal». A los dos protagonistas de esta «experiencia vital» todavía les cuesta dormir recordando lo vivido, pero lo importante es que «vivimos para contarlo».