«Estamos con la miel en los labios». Así es como se siente la portavoz de la Asociación de Alumnos y Ex alumnos de la Escuela de Adultos de Eivissa, Pilar Martín, ante la nueva sede. Después de treinta años en las instalaciones de la Vía Púnica de Eivissa, el curso ha comenzado en la nueva sede de la calle Castilla frente al Mercat Nou. No estrenan colegio sino que se han quedado con el antiguo centro de Sa Bodega, una escuela ideada para niños que ahora alberga a los alumnos más longevos. «Una vez nos llamaron de Palma diciéndonos que había un error en un registro porque había un alumno de 80 años; les dije que sí había una equivocación y es que no era el mayor del grupo de nuestros alumnos», recuerda Dan Cohen, jefe de estudios de la Escuela de Adultos. Hasta el curso pasado tuvieron una alumna de 85 años que no está este año, pero sí hay varias octogenarias. Una de ellas es María Ribas que, con 83 años, forma parte del grupo de alfabetización impartido por la profesora Angela Sánchez, de la que habla maravillas. «Tengo una profesora que vale mucho», dice de ella. Ribas disfruta yendo a clases. «Junto a mis hijos, la escuela es la mejor cosa que he tenido en mi vida».

Cambios

La distribución de las clases también se han adaptado al perfil de los estudiantes. «Las aulas más pequeñas están más cerca de la entrada para evitar que la gente mayor se desplace», explica Cohen. Este no ha sido el único cambio hecho. El acceso de alumnos es ahora por la antigua puerta de emergencia. De esta manera pueden sortear, por una vía alternativa, la pronunciada rampa del pasillo que comunica las aulas, a través de un acceso paralelo junto a la puerta de la entrada. El centro mantiene en horario de oficina la antigua entrada, de 9, a 13 horas y de 16 a 22 horas. «Es un centro vivo todo el día», dice Victoria Roldán, la secretaria del centro, acerca del horario.

También los baños se han adaptado al nuevo perfil de alumnos. Los inodoros se han cambiado, pero se han encontrado con una dificultad: una de las puertas no se pueden abrir y mientras se soluciona, unos de los baños de la entrada permanece cerrado.

La Escuela cuenta con cuatro aulas de dimensiones más reducidas dirigidas principalmente a enseñanzas iniciales y abarcan desde los que desconocen las dos lenguas oficiales, alfabetización y hasta el equivalente de sexto de primaria. Además cuenta con seis aulas grandes y espacios comunes como biblioteca. «Se ha ganado en el número de alumnos que caben en la aula», comentan. De hecho, hasta el curso pasado recurrían a otros centros educativos, como el IES Santa María, para atender toda la demanda.

Pese al mobiliario que aún no ha llegado de la biblioteca y los ordenadores que faltan, Cohen destaca la importancia de este traslado que conlleva un cambio de centro de estas dimensiones: «Es muy positivo, tenemos más espacio y más posibilidades para el futuro, ahora es una cuestión de ir habilitando el lugar». «Hasta que no te haces a la Escuela han de pasar unos meses e incluso cursos. Se necesita un tiempo para hacer los espacios acogedores», añade Victoria Roldán. Ambos confiesan que el traslado fue agotador, pero merece la pena. «Las aulas tienen una luz que nos han encandilado a todos», apostilla. Una opinión que no comparten no solo el personal del centro, sino también los alumnos. «Estamos muy contentos, ubicándonos en las clases. Estamos cómodos y lo estaremos más», vaticina Pilar Martín.

LA NOTA

“Quiero aprender para saber defenderme por la calle”

El número de matriculados ronda el medio millar, pero fluctúa porque la matrícula oficial sólo se cierra para secundaria, pero sigue para todos los demás.

Una de estas 500 alumnas es María Pérez que ni una fractura de peroné le ha impedido seguir con sus clases de alfabetización. “Quiero aprender para saber defenderme en la calle”, dice esta vivaracha mujer de 69 años, que lleva varios años en la Escuela de Adultos. “Antes de jubilarme venía por la tarde”, recuerda.