—¿Qué significa Olé para usted?
— Es un trabajo que empecé cuando vivía en París y me desplacé tres años a Sevilla y empecé a hacer fotos sobre la tauromaquia. Pero antes de bajar con mi cámara a la arena estudié toda la simbología que existe en su interior. En mis fotografías analizo la conexión entre un matador y un toro y es esa relación, la que crean juntos, la protagonista de Olé. Una simbología muy complicada y difícil de expresar, pero que se muestra en cada corrida, en la arena. Esta muestra es un trabajo que hice durante tres años acudiendo a cerca de 300 corridas mayores, menores y rejoneos de toda España y Francia.
—De las plazas, ¿con cuál se queda?
—La que más me gusta es la de Sevilla. La gente se involucra y se mete dentro de la corrida, sabe distinguir cuándo se hacen las cosas bien.
—Y del toro, ¿qué nos dice?
—Del toro aprendí varias curiosidades. Las que más me sorprendieron fueron que el animal normalmente es virgen, que ataca solo con un cuerno y que nunca ha visto un capote ni nada que se le asemeje antes de entrar en la arena. Por eso cuando entra en la plaza no sabe que detrás del capote hay un hombre. Después de 15 minutos se da cuenta de la realidad y es entonces cuando lo evita para buscar siempre el cuerpo. Es por eso por lo que la mayoría de las cogidas se producen en el segundo tercio de la corrida.
—¿Y qué ocurre en los dos tercios restantes?
—El primero es cuando el torero estudia a su adversario, ayudado por su equipo, que no pierde detalle durante la corrida. Con el segundo tercio llega el momento de las banderillas y al final, en el tercero se produce el desenlace, la muerte del toro con la espada.
—¿Qué lleva a una italiana a fijarse en una tradición tan española?
—Me encanta España y todas sus costumbres me han llamado siempre la atención. Para resolver todas mis dudas sobre esta tradición y todo lo que la rodea emprendí un viaje por diferentes ciudades como Madrid, Zaragoza o Sevilla. En esta última me quedé a vivir, ya que es la que más tradición conserva en este aspecto. Su gente vive las corridas con una pasión asombrosa. Pero no solo este país conserva esta tradición, también en París, Roma y Sudamérica tiene mucha fuerza, y por ello fue en estos enclaves donde pude continuar con mi estudio.
—¿Y qué opina de la tauromaquia?
—No estoy ni a favor ni en contra. Solo sé que el toro de lidia es un animal que ha sido cuidado con mimo hasta llegar a la plaza, que vive más años que sus congéneres y que puede matar. En todas las corridas a las que he asistido me ha parecido que se producía una lucha de cuerpo a cuerpo, casi una danza, entre el matador y el astado. Mi intención ha sido la de plasmar, en el sentido más literal de la palabra, las luces y sombras de esta fiesta popular tan controvertida.
—Después de tanto estudio, ¿a qué conclusiones ha llegado?
—Que la tauromaquia es un arte. Entiéndase por tauromaquia no solo las corridas de toros en sí, sino todo lo que las rodea: trajes de luces, tradición, espiritualidad, simbología, color, danza y, cómo no, a sus protagonistas y la estrecha relación que les une. Un cuerpo a cuerpo directo que se produce en la arena en cada corrida.
—¿Qué tiene esta exposición de especial?
—Olé es un resumen de 60 fotografías de un archivo muy amplio. Una selección que muestra sobre todo al torero. Elegí las más espectaculares para despertar un ‘olé' en las personas que las viera. Es una expresión maravillosa que he intentado plasmar con mi cámara.
—Entonces, ¿qué cree que aportará al público?
—Espero que descubran que detrás de la tauromaquia hay mucho más. No es simplemente un traje de luces o sangre. He intentado plasmar toda la simbología que esconde y espero que el público la descubra en cada una de mis fotografías.
—Y por último, ¿con qué torero se queda?
—Mi favorito es Joselito. Aunque también están Francisco Rivera Ordoñez, Manzanares, Ponce, Finito de Córdoba… ¡hay tantos!
4 comentarios
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Viban los toross y el güen vinoss y si sacompaña de queso y longaniza de pueblo mejó,...caramba, viva mi carro y cada año la cossecha...que no seche a perdel, mmmbueno me marcho.
El simplismo y el cinismo también esta instaurado en esta cuestión. Animalistas, veganos capaces de apedrear carnicerías. Aonomias que prohiben este festejo en contra del sentir popular, eso que pomposamente llaman ciudadania, la gente, el pueblo... En san Sebastian aplauden la vuelta de lo prohibido por Bildu. Existe otras autonomias que esgrimiendo, en falso y cobardemente, la defensa del animal, prohiben la fiesta nacional pero auspician la fiesta local, los correbous. Los mismos que apedrean en contra de la globalización, son los que quieren globalizarlo todo en plan simplista cargándose aquí y allá y donde sea tradiciones centenarias, incluso milenarias. Chicote al rescate de un restaurante, aqui en Ibiza, donde las propietarias al ver los pescados en la lonja rompan en inconsolable llanto... el empatizar con las gambas, un pulpo y las sardinas... es tan tremendamente humano. Miren podrá gustar o no pero la tauromaquia es un arte, es una tradición, es cultura, eso es innegable. Y entiendo que a no todos puede gustar. Pero la empatia y el llanto con un chanquete es de psiquiatria y la imposición e intento de anulación forzada de tradiciones centenarias por el camino de la imposición sectaria es sencillamente fascismo.
Mi padre, que era gran aficionado a la “Fiesta Nacional” me llevaba a mí de niño a ver las corridas a ver si yo también me aficionaba... Todo empezaba bien, lleno de color y animación, hasta que salía un tipo a caballo y clavaba una lanza al toro en la espalda. Todo iba a peor cuando le incrustaban unos “palos de colores” las dolorosas banderillas, y al final era un baño de sangre y sufrimiento que acababa con el descabello y muerte del animal entre vítores y aplausos del “respetable”. Recuerdo que yo me abstraía intentando ver “el arte” y “la valentía” del matador vestido de luces, pero la realidad se iba imponiendo con los años hasta que vi lo que es de verdad; Una encerrona a un ser inocente, que sólo busca la libertad y lucha por ella, para torturarle y desangrarle hasta la muerte. Casi un ritual satánico de sangre y sacrificio ajeno. Una vergüenza sin paliativos.
¡Claro que tiene mucha simbología! Simboliza la falta total de empatía y sensibilidad ante el dolor ajeno. La perversión de la mente que goza con la tortura y muerte de seres inocentes, simboliza la involución y ceguera humana. Los circos donde los leones devoraban a los cristianos eran también muy simbólicos...