Algunas de las palmeras que presiden el paseo de ses Figueretes están infectadas. | Toni Escobar

El Consell d’Eivissa y los ayuntamientos luchan contra la proliferación del picudo rojo, que este invierno está atacando con virulencia a la población de palmeras de la isla. Este escarabajo, originario del sudeste asiático, se detectó en Eivissa hacia el año 2007 en un foco cercano al aeropuerto. Sus larvas afectan al corazón de las palmeras, fundamentalmente a las de la especia canaria y, en menor medida, a la datilera.

Según relató ayer un operario del Ayuntamiento de Vila, la incursión del picudo rojo «se ha desmadrado» este año y la demanda para tratar palmeras contra esta plaga se ha disparado en los últimos meses. La enfermedad requiere de un periodo de cuarentena, lo que obliga a los propietarios a la vigilancia de sus palmeras, a notificar su presencia a las autoridades competentes, y ante la aparición de síntomas, a permitir la entrada y actuaciones pertinentes a los equipos de campo.

El protocolo fitosanitario es fundamental para atajar la plaga, según explica este mismo empleado municipal: «El escarabajo vuela y puede contagiar otras palmeras en un radio de 5 kilómetros. Cuando cortas una hoja de palmera sale un líquido blanco y si no se tapa correctamente con productos como azufre o mastic, el bicho huele la feromona y va hacia allí; pone huevos, se forman gusanos y se comen el corazón de la palmera».

Existen numerosos ejemplares infectados en las zonas de Platja d’en Bossa y ses Figueretes. También en parques como el de Sa Graduada, donde recientemente tuvieron que ser sacrificadas dos palmeras con cerca de 80 años de existencia a consecuencia del picudo rojo.

Según los datos que maneja el Consell Insular d’Eivissa, en el periodo que comprende 2007 a 2014 se han detectado 5.334 ejemplares afectados. Sólo en 2014 se han encontrado 1.744, lo que supone un incremento del 196 por ciento sobre la media anual. De las palmeras afectadas por el picudo en 2014, 1.380 han sido destruidas y 365 saneadas. El departamento de agricultura del Consell ha distribuido este año una serie de trampas en zonas estratégicas de la isla que han permitido capturar un total de 5.580 picudos adultos (un 67% hembras y un 33% machos), que supone un incremento del 38% respecto a las capturas de 2013.

Tal y como indican fuentes de la conselleria, la época de mayor número de capturas es la del cuarto trimestre del año, por lo que en este periodo «es importante extremar los trabajos en palmeras, puesto que puede atraer al insecto».

El Consell, en este sentido, insta a los particulares «a que hagan cumplir la normativa vigente y destruyan las partes afectadas por picudo para que no infecte y difundan la plaga sobre palmeras colindantes». Cualquier particular que vea afectada una palmera, si se trata en zona urbana, deberá acudir a su ayuntamiento, y si se encuentra en zona rural, se comunique con el departamento de Agricultura.

Desde la conselleria afirman que seguirán trabajando para contener la plaga, que actualmente, se centra en la palmera canaria y datilera, y que no se traslade a otras especies.

Un coste elevado

Uno de los problemas, sostiene el operario, es que cuando un particular observa una palmera afectada puede llegar a obviar su desinfección dado el alto coste que conlleva el tratamiento (parte de los 240 o 260 euros). «Los técnicos observan el estado de la palmera e informan al propietario de la lista de jardineros cualificados para llevar a cabo el tratamiento. Luego depende de si se corta sólo la parte afectada o se tala toda la palmera. Tiene que ir un camión, recogerlo todo y llevarlo al vertedero de Cala Llonga -hay servicios de recogida cada jueves de 9 a 12 horas- donde se entierran. Tienen que hacer un mantenimiento, cuando está tocada, se ve y hay que ir haciendo duchas, pero tiene un coste», indica el especialista consultado.

Ayuntamientos como el de Eivissa tienen su propio departamento encargado de sanear y tratar las palmeras de los espacios públicos mediante ‘duchas’ sobre el cogollo central e inyecciones a baja presión. «Pero hay tanta demanda que se desmadra», concluyen desde el Consistorio.