El 15 de mayo de 1947 el entonces jefe del Estado español, Francisco Franco, acudió de visita oficial a Mallorca en compañía de su esposa Carmen Polo para entregar un grupo de viviendas protegidas, participar en una ofrenda de frutos en Inca, visitar la base de hidros en Pollença e inaugurar el monumento «a los gloriosos caídos del crucero Balears».
Según tituló el periódico Balears en su portada, Palma tributó al caudillo «una apoteósica acogida» con decenas de autoridades eclesiásticas, políticas y sociales y miles de personas que salieron a la calle para asistir al desfile triunfal de las principales tropas militares del ejército de Franco. Entre todos los presentes acudió también una nutrida representación de las comisiones municipales de Eivissa, de las Hermandades de Labradores y un grupo de «varias señoritas vistiendo trajes típicos», y al frente de las cuales marchaban el entonces alcalde de Vila y procurador en Cortes, Cesar Puget Riquer, el de Santa Eulària, Bartolomé Tur Clapés, el de Sant Antoni, Vicente Prats Prats, el de Sant Joan, Jaime Marí Roig, el de Sant Josep, Antonio Ribas Ribas, y el de Formentera, Antonio Serra Torres.
Tal y como se recoge en una información publicada en la primera etapa de la revista Eivissa, entonces perteneciente a la Sociedad Cultural Ebusus, las representaciones ibicencas estuvieron presentes en todos los actos. Incluso, «el Jefe del Estado dedicó especial atención al alcalde de Vila, interesándose por los problemas de la ciudad, primero en la recepción celebrada en Capitanía General y segundo en el homenaje a las Pitiüses en la Diputación que se celebró el 16 de mayo. Concretamente, la publicación precisa que Francisco Franco, «con sencilla cordialidad y afecto», se interesó por los problemas que afectaban entonces a Vila como «los términos municipales, las comunicaciones marítimas y aéreas o las carreteras, poniendo de manifiesto su perfecto conocimiento de las mismas».
Piedra sigilaria de ágata
Por ello, los representantes de la ciudad decidieron entregar dos presentes, tanto a la mujer del caudillo, Carmen Polo, como a su única hija, Mari Carmen. Según la revista Eivissa, en el caso de la primera, el alcalde de Vila, César Puget, tras loar la figura de «mi general» y tras pedirle «con las mayores ansías de nuestros corazones» que no abandonara a las Pitiüses mientras Dios quiera conservar vuestra preciosa vida para bien de la nuestra», entregó un magnífico escarabeo o piedra sigilaria de ágata verde procedente ni más ni menos que de la necrópolis púnica romana de Vila y que había sido cedida de forma «desinteresada» al Consistorio por el estudiante Manuel Busom.
Concretamente, y tal y como explica la revista se trataba de una figura «de importación cartaginesa, posiblemente de los siglos IV y III antes de Jesucristo» con un grabado en su parte inferior de arte egipcio que representa la figura de Osiris junto a dos figuras de Sed, en una estampa que «probablemente» representara el triunfo del principio de la vida y el bien, encarnado en Osiris, sobre el mal, representado en Sed». Además, la figura iba montada en una «armadura de oro, reproducción exacta de otras del período púnico encontradas en la misma necrópolis y que figuraban en las colecciones del Museo Arqueológico de Eivissa, y colgado de un collar formado por un cordoncillo de oro procedente de una antigua emprendada».
Incluso, el regalo iba dentro de un estuche, «reproducción en miniatura de un sarcófago, antropoide egipcio de 30 por 8 centímetros» que fue tallado por los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios de Vila «utilizando la madera de los olivos milenarios que tanto abundan en la citada necrópolis». Igualmente, también eran obra de los estudiantes los herrajes en plata y una inscripción grabada en una placa del mismo metal en la que se podía leer:«El Ayuntamiento de Ibiza a la Excma. Sra.doña Carmen Polo de Franco - Mayo de 1947».
Finalmente y según se explican varias de las crónicas de la época «S.E. El Generalísimo agradeció el homenaje y sus esposa e hijas se mostraron muy complacidas, obsequiando a las señoritas vestidas a la antigua usanza con sendas rosas arrancadas de los ramos de flores que les habían ofrecido.
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Quina vergonya, Déu meu... !. Fa ganes de plorar.