El 21 de mayo de 1988 se llevó a cabo una actividad insólita e imposible de volver a repetir actualmente en Eivissa: una escalada en modalidad libre a la pared sureste del islote de Es Vedrà, catorce años antes de que fuera Reserva Natural, y un posterior descenso en parapente desde la cima hasta el mar.
Los artífices de la idea fueron el fotógrafo ibicenco Juan Pérez Escribano, actualmente autor del blog www.ibizaapiedefoto.com, y cuatro miembros del Club de Montaña de Leganés y de la Escuela de Parapente de Madrid. «La idea nació cuando yo estaba aprendiendo a hacer escalada en la sierra de Madrid con Antonio Castán, un gran amigo mío, gran escalador y amante de la isla, y casi sin darnos cuenta, tras unos cuantos baños en Cala d'Hort ya estaba todo decidido», recuerda el promotor de la iniciativa.
Así, Pérez Escribano, que por aquel entonces trabajaba en una agencia de viajes, se puso manos a la obra rápidamente. Los preparativos duraron en torno a un año pero realmente el último y definitivo empujón se dio durante los tres o cuatro meses previos. «Fue casi como un empeño personal que logré sacar adelante sin apenas subvenciones por parte del Consell d'Eivissa y del Ayuntamiento de Sant Josep y gracias a la colaboración desinteresada de muchos amigos míos, del Club de Buceo Sirena de Sant Antoni, y de Flebasa (la antigua Baleària) que subvencionó los billetes de barco y que puso a disposición de los escaladores una lancha manejada personalmente por ellos», explica.
Además, el fotógrafo ibicenco contactó con todos los medios de comunicación de la isla, con algunos de la península como Mundo Deportivo y con el director Josep Maria Bassols, entonces corresponsal de TV3 en Eivissa, quien quedó «encantado» con la idea del evento y decidió hacer una grabación de la jornada que incluía, incluso, un helicóptero.
Sin embargo, antes de aquel inólvidable 21 de mayo de 1988 hubo que hacer varias pruebas previas para que todo saliera perfecto. Así, el mismo Juan Pérez Escribano acompañó a Antonio Castán a recorrer distintas partes de la isla para realizar saltos de ensayo en los que probar los vientos de Eivissa y no dejar nada al azar. «Juntos fuimos hasta Es Cubells o la Atalaya de Sant Josep, e incluso ascendimos Es Vedrà por la parte más sencilla porque prácticamente hasta el último día no sabíamos por donde podríamos escalar y como iba a salir todo», comenta con una gran sonrisa el fotógrafo ibicenco.
Y finalmente llegó el gran día. La jornada amaneció nublada y lluviosa pero eso no amedrentó a la expedición, que se alojaba en el Hostal Marí de Sant Antoni y que salió a primera hora de la mañana desde el puerto de la localidad. En algo más de una hora llegaron hasta las rocas de la pared sureste de Es Vedrà, considerada la más complicada del islote, para comenzar con la escalada «sin apenas saber que se iban a encontrar». «El grupo de Antonio Castán hizo algo que nadie había hecho antes, subir por la parte más difícil de Es Vedrà, partiendo prácticamente de cero, haciendo escalada libre con poca seguridad, sin rutas marcadas y abriendo camino ayudándose casi únicamente de dos cuerdas, sus pies y sus manos» recuerda Pérez Escribano.
Mientras, por el otro lado, un grupo de amigos de Juan Pérez Escribano comenzaron a caminar por la parte más sencilla con todo el material para el posterior descenso en parapente y les esperaron en la cima con todo preparado. Finalmente, tras unas dos horas de subida, el grupo de escaladores llegó a su primer punto de control y se dispuso a lanzarse hacia el mar.
«Momento inolvidable»
Tal y como recuerda el organizador del evento fue «un momento inólvidable». Uno tras otro los cuatro participantes superaron los problemas del viento y de una rampa de lanzamiento complicada y consiguieron lanzarse con sus paracaídas, «que eran muy modernos para la época», y fueron cayendo al mar desde Es Vedrà regateando el gran número de gaviotas que volaban junto a ellos y sin sufrir ningún daño físico. En el agua les esperaba parte de la expedición con sus lanchas para ir recogiendo a cada uno de los valientes y que no hubiera ningún problema si la tela del paracaídas se mojaba y comenzaba a hundirse. «Fue algo espectácular, algo que nunca se había hecho en la isla, y que dejó estampas y fotografías impresionantes que aún con el paso de los años resultan muy vistosas con los islotes de fondo, el mar de Eivissa y los coloridos parapentes», recuerda Pérez Escribano.
El único lunar de la aventura fue que el mal tiempo impidió la grabación del helicóptero de Josep María Bassols aunque, tal y como recuerda el fotógrafo ibicenco, éste pudo salir del paso y grabar lo que pudo con un equipo de dos o tres cámaras estáticas que cogieron imágenes de tierra y desde el barco. «Al final no se hizo un vídeo tan bonito como todos nos esperábamos pero por lo menos conseguimos que el evento saliera en una noticia de TV3 y en bastantes medios de comunicación escritos de la época».
Finalmente, todos sanos y salvos llegaron a la orilla con la satisfacción de haber entrado en la historia con estos cuatro saltos en parapente desde Es Vedrà. Y después, todos los participantes decidieron recuperar fuerzas y celebrarlo comiendo un guissat de peix en el mítico restaurante Es Boldado, mirando de fondo el maravilloso islote que acaban de conquistar.
Un año después, los caminos de Antonio Castán y Juan Pérez Escribano se volvieron a juntar con motivo de una escalada. En esta ocasión, ambos junto a Francisco Escolar, director entonces de la Escuela de Parapente de Madrid, decidieron trepar por las murallas de Eivissa dentro de una campaña que buscaba llamar la atención sobre la necesidad que existía en aquel entonces de limpiar este monumento de Dalt Vila, muchos años antes de que fuera catalogada como ciudad Patrimonio de la Humanidad. Pero eso, ya es otra historia.
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