Fran Gómez, nació en Bogotá, Colombia, hace 36 años pero escuchándole decir adéu, bon dia o moltes gràcies muchos creerían que nació en Sant Antoni. Ayudado por la falta de vocaciones en nuestro país, hace seis años que llegó a Zaragoza y tres desde que desembarcó en la Isla. El 22 de septiembre fue ordenado sacerdote y vicario de Sant Antoni y en apenas cinco meses se ha convertido en alguien muy querido en el pueblo, gracias, en parte, a su aspecto. Sólo el alzacuellos nos indica que estamos ante alguien de su condición.

—No para de saludar a gente. Es usted muy conocido en Sant Antoni.
—(risas) No se crea. Simplemente creo que he caído bien en Sant Antoni. Además, poco a poco he ido congeniando con mucha gente de los alrededores de la parroquia. ¡Hasta una pareja que trabaja en un bar cercano me han pedido que les case!

—¿A eso tal vez ayude su imagen, mucho más juvenil de lo que estamos acostumbrados con los curas?
—Sinceramente no he reparado en esto. Sólo quiero mostrar como soy y demostrar que soy una persona fruto de mi tiempo y de mis circunstancias, como decía Ortega y Gasset. Valoro mucho el trabajo de otros pastores pero ahora en el siglo XXI todo ha cambiado y las cosas son distintas.

—¿También el papel de la Iglesia?
—Claro, ahora todo es distinto a hace unos siglos y por eso tenemos que estar muy abiertos a como se vive actualmente. No puedo entender a un joven del siglo XXI si no me intento poner en su papel.

—En este sentido, ¿cree que hay una crisis de valores?
—Sí. Los jóvenes de hoy en día son producto de nuestra realidad actual. Ahora todo está dominado por un sistema en el que parece que si no estás a la moda no te puedes relacionar ni formar parte de un grupo social. Cada vez más vivimos en un mundo que se empeña en demostrar que si no eres guapo no podrás salir adelante.

—Usted habla de forma cercana. ¿no cree que la Iglesia debería expresarse más así?
—No le sabría decir, pero tengo claro que la Iglesia debería dar a conocer mucho más las labores sociales que lleva a cabo para que la gente no se quede solo con los aspectos negativos como los casos de pederastia. Hay muchas cosas positivas que hace la Iglesia y que nunca salen en los medios.

—¿Por qué cree que últimamente la Iglesia no para de recibir críticas?
—La Iglesia está siendo víctima de algunas acciones negativas que ha cometido a lo largo de los siglos y que tapan otras muchas labores buenas. Por eso creo que la mayoría de la gente que la critica es porque no la conocen y no tienen contacto con con ella.

—¿Qué le falta a la Iglesia para que llegue a más gente?
—Tener claro cual es su misión. La protagonista no tiene que ser ella, sino valores como la caridad, el diálogo, la misericordia o el escuchar al que lo está pasando mal y que eran los que difundía Jesús.

—¿Todo se resume a un problema de comunicación?
—(risas) Fundamentalmente sí. Mucha gente por ejemplo sólo se queda con las grandes fortunas que tiene la Iglesia pero no saben el dinero que se invierte en obras de caridad que están siendo muy importantes en estos momentos en España. Hay mucho desconocimiento en torno a nuestra institución.

—Por ejemplo, no hay muchos que sepan cual es el papel de un vicario...
—Bueno soy fundamentalmente el compañero del párroco. Entre Vicente Colomar y yo únicamente hay una diferencia administrativa porque él es el titular de la parroquia debido a su experiencia. Trabajamos los dos juntos y gracias a su experiencia he aprendido mucho. Es ‘pata negra' ya que nació en Sant Carles y por eso y por su trabajo es una persona muy querida por la gente de Sant Antoni. Es un gran ejemplo para mí.


—¿Y cuáles son sus labores?
—Más de las que la se piensa. Muchos creen que el cura sólo oficia misa pero no es así. Diariamente atendemos a todos los que vienen a la parroquia, les escuchamos y si podemos les damos asesoriamento jurídico, les ayudamos a conseguir un alquiler o les damos una bolsa de comida o de ropa.

—Todo esto habrá aumentado con la crisis, ¿no?
—Desgraciadamente sí. La crisis está siendo terrible y yo soy de los que piensa que todos debemos ayudarnos los unos a los otros. Sin embargo, hay instituciones a las que la gente recurre más en momentos difíciles, y la Iglesia es una de ellas. No se si es por fe o por qué pero la gente tarde o temprano siempre acaba acudiendo a nosotros.

—¿Y cómo es Sant Antoni como parroquia?
—(Risas) Es una pregunta que siempre me hacen. Me encanta vivir aquí pero en verano se hace un poco duro porque mi casa está en la Iglesia, en pleno Carrer Ample. Al principio me costaba mucho dormir por el desmadre que había pero ya me he acostumbrado y estoy muy feliz aquí.