El filo de la historia ibicenca

«Sus orígenes se remontan a la daga mediterránea, y durante mucho tiempo formó parte de la indumentaria masculina e incluso se llevaba de fiesta», asegura Boned con una de sus creaciones en la mano.

Sin embargo su uso cayó en declive hasta prácticamente desaparecer a mediados del siglo XX. Afortunadamente hace tres años Joan Boned se empeñó en recuperar el oficio y realizarlas igual que antiguamente, ya que asegura que «tras empezar haciendo cuchillos de monte descubrí que esto era realmente mi pasión».

La cutxilla eivissenca se caracteriza por sus grabados vegetales en su hoja, por su empuñadura de madera de almendro, ciruelo o cerezo, y por sus fundas de piel de buey o ternero, cosida con hilo de latón y repujada con motivos florales. Unos parámetros que Joan sigue al pie de la letra inspirándose en cuchillería antigua, en consejos de antiguos maestros y usando herramientas que él mismo fabrica como limas para hacer los dibujos o una prensa para los objetos.

Así sus cuchillos son ahora muy codiciados por los coleccionistas. «Aunque la cutxilla eivissenca no es tan conocida como la navaja de Albacete o el cuchillo canario, poco a poco vuelve a tener el reconocimiento que se merece y ahora ha pasado de ser una herramienta de trabajo o defensa a un objeto de regalo», asegura Boned mientras enseña un encargo que está terminando para Albert Domenech, uno de los mayores expertos de cuchillería de España.

Y Joan ha ido cogiendo una merecida fama que le ha llevado a aparecer en publicaciones especializadas y en tener una demanda de cuchillos muy amplia. Sin embargo, asegura que «ahora no puedo atender más encargos, porque no tengo tiempo, y prefiero hacer pocos y muy bien, a muchos y de menor calidad». Eso sí, seguirá acudiendo a algunas ferias como la que el domingo que viene se celebrará en la Cooperativa de Sant Antoni con motivo de las fiestas del municipio