-¿Empezó a trabajar con el barro por necesidad?
-Por aquel entonces trabajábamos por necesidad. Me daban cinco pesetas cada día cuando empecé el oficio con 11 o 12 años.
-Pero se ha convertido en una profesión para usted.
-Ni más ni menos.
-¿Le gustaría que sus nietos siguieran con su taller?
-Uno tiene seis años y el otro poco más de un año. Me gustaría que así fuera y por eso conservo el taller, a ver si alguno coge el oficio. He enseñado a un muchacho, sobrino segundo de Daifa, Adrián Ribas, al que le dejó su taller. Yo monté un taller y allí sigo haciendo alguna cosilla.
-Más de una cosa hará porque está todo el día en su taller.
-Un rato me paso hablando con los amigos y algún cliente que viene pero no trabajo mucho, ya estoy jubilado. Me entretiene y por eso estoy en el taller.
-¿Su trabajo es un arte o constituye una terapia?
-Lo considero un arte porque de las manos salen lo que uno quiere.
-¿Qué es lo que más le gusta modelar?
-La vida se ha hecho un poco moderna y hacemos cosas más pequeñas pero cuando empecé todo eran macetas, jarras y botijos. Ahora se hacen más figuras, tipo púnica, pero sigo haciendo lo de antes aunque se vende menos.
-¿Qué ha supuesto para usted la figura de Daifa?
-Considero que era un gran artesano, un alfarero y un gran caricaturista. Pienso que era el número uno.
-¿Sigue pensando en su sueño de juventud de ser mecánico?
-(Risas). Ya no. Mi padre era chofer y mecánico y yo decía que quería ser mecánico pero eso fue antes de empezar ese oficio.
-¿Da dinero la alfarería?
-Ahora sí da dinero pero porque somos casi los únicos. Cuando empecé a trabajar éramos once alfareros y no daba dinero porque no lo podías vender. Ahora como viene mucho turismo, gracias a dios, pues da dinero. Hay que mancharse las manos.
-¿Para retirarse?
-Para retirarse y hacer millones, no. Tienes que tener un taller muy grande y gente. Puedes tener dos o tres personas trabajando en el taller, pero no para hacerte multimillonario.
-¿Cómo se cuida las manos?
-El barro es como una grasa. No me cuido de ninguna manera. Lo peor para este oficio es el frío y si te sale algún sabañón te tienes que cuidar un poco con cremas pero yo no me pongo ninguna. En invierno cuando hace mucho frío trabajo con el agua un poco caliente. Tienes que cuidarte del frío.
-¿Sigue yendo todo los días al taller?
-Sí, cuando puedo. A veces mi mujer me dice que nunca estoy en casa y le digo que mi casa es el taller, que está 50 metros. En verano me paso diez o doce horas.
-¿Cuál es la pieza con la que más me disfruta?
-El cántaro ibicenco , las macetas y cangilones para las norias.
-¿No piensa jubilarse?
-Como mi maestro Daifa, cuando me muera. El día antes de morirse había estado en el taller y había hecho unas figuras para un amigo y aquella noche se murió.
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