La virtud de muchos estudios no consiste tanto en desvelar cosas desconocidas como confirmar, y avalar con criterios objetivos, lo que ya se sabe. Esto es lo que ocurre con el análisis encargado por el Consell para estudiar la situación del modelo urbano y turístico de Sant Antoni que se presentó el miércoles y que pretende ser una radiografía del '¿dónde estamos?' para poder después decidir cómo llegar a la meta final. Y la meta final de Sant Antoni, desprenderse del sambenito de turismo de masa, de alpargata o 'low cost', se asemeja un tanto lejana.
El núcleo urbano de Sant Antoni cuenta con una notable planta de hospedaje, tanto hoteles como apartamentos, que destaca por su antigüedad y falta de alto nivel. El buen trato personal que reconocen los turistas compensa estas carencias, pero no es, de por sí, un aliciente para visitar el municipio.
Con unas instalaciones hoteleras que sólo reciben la calificación de buena en el 3% de los casos y con un predominio apabullante de los apartamentos y hoteles de categoría baja o media-baja, el público objetivo al que se puede seguir aspirando para llenar los establecimientos locales es el de los viajeros de bajo poder adquisitivo o muy preocupados por minimizar sus gastos al viajar a Eivissa. Es decir, el caldo de cultivo perfecto para que crezca el 'todo incluido' y para que la oferta complementaria se desarrolle más hacia la bebida barata y el bocadillo que hacia la cocina de autor o el turismo gastronómico.
De hecho, más del 85% de los encuestados son menores de 35 años, un segmento de población muy interesado en la música, las discotecas y la fiesta en general, más que en descubrir la cova de Santa Agnès o interesarse por sa Punta des Molí. No en vano fiestas y discotecas son el motivo más citado para la visita (18,18%), seguido por el ambiente (15,15%), la buena música (12,12%) y los precios bajos (11,11%). Es más, la mejor valoración de Sant Antoni es el ocio nocturno (7,28 puntos), seguido del servicio de taxis (6,94 puntos), fundamental para poder acceder a las grandes discotecas. Queda claro, pues, que Sant Antoni vive ahora de una masa crítica de turistas muy elevada que gasta poco y que no alimenta la imagen 'glamurosa' de la localidad.
Cambio radical
El trabajo que queda ahora por desarrollar es qué actividades se pueden potenciar para mejorar dicha imagen y, al mismo tiempo, la calidad de vida de los vecinos. En ese sentido, el Ayuntamiento ha expresado su voluntad de conseguir acoger cruceros en su puerto, regular el fondeo para evitar la sensación de caos y de inseguridad o apostar por la thalasoterapia (masajes y tratamientos de salud o belleza), entre otras medidas.
¿Cuál es entonces el camino a seguir? Eso es lo que definirá el plan que se quiere elaborar pero, sin duda, habrá que acabar con la masificación reduciendo las plazas turísticas disponibles. Las que queden, deberán modernizarse, algo que compete a los empresarios pero que debe recibir potentes estímulos por las administraciones.
La oferta complementaria también deberá evolucionar, lo que necesariamente precisará de estímulos públicos (subvenciones, rebajas fiscales, programas de gestión de calidad).
Será preciso también mejorar el entorno, con calles mejor cuidadas y más equipamientos urbanos, crear infraestructuras nuevas y promover actividades que amplíen el espectro del público objetivo.
En definitiva, Sant Antoni no precisa de nada que no dicte la lógica y que no solucione un generoso chorro de millones.
S. Parra
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