Hora y media necesitaron las máquinas ayer por la tarde para cumplir la orden de Costas de derribar las ocho casetas varadero situadas en la desembocadura del río de Santa Eulària, en es Caló de s'Alga de Siesta, y que distintas fuentes apuntan que tenían entre 30 y 40 años de antigüedad.
A pesar de que se había anunciado una concentración de dueños de las casetas y de algunos simpatizantes, finalmente no se produjo manifestación alguna, si bien una vecina de la zona, María Ribas, aseguró que unas 40 o 50 personas habían acudido para mostrar su oposición y pedir la paralización de los trabajos, pero que el fuerte dispositivo de seguridad se lo había impedido.
Ya a primeras horas de la mañana, una docena de agentes de la Guardia Civil (incluidos agentes de paisano y a un teniente del cuerpo) se desplegaron en un radio de 50 metros de las casetas para evitar incidentes.
El dispositivo fue de tal importancia que algunos vecinos, desconocedores de la orden de derribo, se preguntaban si se estaba llevando a cabo algún operativo antidroga en la zona.
Poco después de las 09'00 horas, según algunos testigos, varios propietarios se acercaron hasta las casetas para abrir sus puertas, si bien no retiraron las embarcaciones en una maniobra que se interpretó como un intento de paralizar el proceso.
Algunos familiares y amigos de los propietarios apuntaron que estos habían empleado el puente en redactar un escrito de alegaciones que presentar ante diferentes administraciones para paralizar el derribo, pero ningún representante de los propietarios se personó en el lugar para parar el proceso o hablar con el personal de Costas. Sólo Pep Ribas, del Grupo Verde Europeo, acudió para mostrar su oposición.
Lo único que logró retrasar, que no paralizar, el derribo fue la necesidad de crear una rampa con tierra que permitiese el acceso de las máquinas. Este trabajo ocupó la mañana y no fue hasta las 16'30 horas que los martillos neumáticos no empezaron la destrucción de las casetas.
A partir de ahí, el proceso se consumó rápidamente y a las 18'00 horas la piqueta ya había hecho su trabajo. Los escombros destrozaron todas las embarcaciones. Todas menos una, una pequeña barca de tres metros cuyos dueños la amarraron en el cauce del río el lunes por la tarde.
Entre las que sí que fueron destruidas se encontraba un llaüt de 30 años de antigüedad y que no pudo ser retirado al tener quitada la caña y no poder navegar debido al oleaje de la zona, según apuntó el hijo del propietario.
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