Casi niña prodigio de la política, Pilar Costa fue elegida senadora con sólo 28 años. Fue una revelación, una sorpresa. Una joven abogada hermana de un socialista ya curtido como Josep Mª Costa desbancaba a Josep Juan Cardona en unas elecciones en las que la izquierda acudió por primera vez unida. Era la esperanza del progresismo, el mirlo blanco, la demostración de que había alternativa para la izquierda después de años y años de derrotas frente a un poderosísimo PP.

Costa no sólo consiguió eso, sino que pudo desbancar también al PP en el Consell en el año 99 frente a un contrincante, Antoni Marí Calbet, ya cansado y con ganas de jubilarse. El milagro se producía de nuevo gracias a esta mujer que conquistó a muchos con su facilidad de palabra, su mensaje esperanzador, sus rizos y su sonrisa. Pero esa chica joven que iba (y va) en moto a todas partes y que actuaba en obras de teatro vio pronto como el juego de la política es de todo menos limpio. La inexperiencia, las guerras internas con los suyos y el paso al grupo mixto del conseller de Els Verds Joan Buades hicieron que Costa pasara un auténtico calvario que sólo podía acabar en una victoria del PP.

La esperanza del progresismo se desvaneció y muchos de los que la apoyaban al principio la denostaron. De hecho, muchos ven todavía en ella la viva imagen de la derrota de 2003. Por eso, unos cuantos dentro de la izquierda consideraron adecuado su anuncio de retirada de la política poco antes de las elecciones de 2007. Costa no fue en listas y ello dejó paso a Xico Tarrés como candidato al Consell, quien dio la sorpresa cuando anunció que Costa sería consellera no electa y portavoz. Algo que también tuvo sus detractores en sus filas y que fue criticado hasta la saciedad por el PP por su incumplimiento de palabra.

Sin embargo, Costa ha pasado dos años en los que su trabajo ha sido discreto y eficiente. Dos años en los que no ha robado protagonismo al presidente del Consell, aunque al principio el PP la denominaba «presidenta en la sombra». Dos años en los que ha sido la encargada de responder las preguntas a veces incómodas de los periodistas en las ruedas de prensa semanales del Consell executiu. Siempre sale airosa en esta tarea, es una de sus grandes facultades. La experiencia es un grado (en ello destaca sobre algunos de sus ahora ya ex compañeros del Consell) y la verdad es que no ha tenido ninguna salida de tono. Eso se lo ha dejado al presidente Tarrés, experto en la materia.

Antich la quería desde principios de legislatura en su Govern, pero su situación familiar, con dos niños muy pequeños, se lo impidió. Ahora ha decidido no perder el tren y dar el 'sí, quiero' al presidente del Govern. De esta forma, pasa a ocupar el puesto que anteriormente ya desempeñó su hermano, el de consellera d'Interior, aunque con la añadidura de innovación, cooperación municipal y una negociación muy importante para conseguir una buena dotación para las competencias de Justicia. Una buena noticia para ella después de un año marcado por algunos acontecimientos tristes en su entorno y que supone todo un reto para conseguir tener más presencia de Eivissa en un Govern en el que hay muchos mallorquines, dos menorquines con mucho peso y ahora una ibicenca con más competencias que nunca en un gobierno progresista.