Una semana después del cierre de dos establecimientos de la zona de Cavall den Borras, los kioscos Big Sur y Tiburón, se puede comprobar, a diario, que la única cosa que la medida ha conseguido es que los establecimientos 'hagan menos caja'.

Los asistentes al 'aperitivo' siguen llenando la zona de Cavall den Borras, donde siempre se han congregado y aunque los establecimientos estén cerrados, llevan sus propias vituallas, no están dispuestos a renunciar a una de las tradiciones de los turistas italianos, reunirse a la puesta del sol para tomarse unas copas, aplaudir y luego irse a su lugar de hospedaje, arreglarse, y salir a cenar y de marcha.

Uno de los socios de un kiosco que se ve obligado a cerrar a las ocho contaba ayer que «no tiene demasiado sentido la medida adoptada, ellos sabrán por qué la han adoptado, pero la situación es la misma de siempre o, quizás, con mayor descontrol» y en este sentido señalaba que en los establecimientos se controlaba a la clientela y de todas maneras antes de las diez siempre se cerraban ambos chiringos.

Más problemas de tráfico

Pero en la actualidad los visitantes campan a sus anchas por la playa, como el control del aparcamiento, de pago, finaliza a las ocho, «buena excusa para obligar a cerrar a esa hora» decía un trabajador de la zona, sucede lo de siempre, «los que estaban se quedan y encima llega más personal incontrolado que encima genera mayores problemas de tráfico».

El día antes del Ferragosto, el gran día de los italianos en las playas, Ibifor, concesionaria de los establecimientos fijos situados en el Parc Natural de ses Sañlines en la zona de Illetes y Llevant, conminaba a dos establecimientos a que cerraran las puertas a las ocho en punto de la tarde para evitar aglomeraciones. Obviamente, la presión, de lo contrario podían perder el contrato de explotación de forma inmediata, hizo que dichos kioscos tomaran medidas de inmediato y cumplieran a rajatabla las directrices, «que nos han enviado desde arriba» explicaba en su momento un empresario resignado.

La verdad es que tras diez días la afluencia puede haber descendido, pero de forma tan leve que más de uno se pregunta si era necesario tomar tales medidas, sólo hay que ver las imágenes de este fin de semana; se pueden cerrar los chiringuitos, pero no la playa y la gente se junta en la playa; se suprime el control de pago del parking, pero no se impide que lleguen más vehículos, al final la situación es prácticamente la misma con una pequeña excepción, «tengo la suerte de que ahora salgo de trabajar una hora antes», decía un trabajador de uno de los establecimientos implicados.