«De sol a sol, se pasa la vida, un día empieza y otro termina...». Así decía la canción, que bien podría haber sido escrita en homenaje a los repartidores de butano, los carteros, los fruteros... En definitiva, a los profesionales que tienen que lidiar, día si y otro también, con el intenso sol sobre sus hombros.
En verano es cuando más trabajadores de este tipo se encuentran, ya que existen muchos oficios de temporada que los requieren. Gracias a los repartidores de congelados, los turistas se pueden comer un helado cuando acaban de comer en un restaurante; gracias al repartidor de flyers, los jóvenes pueden entrar con descuentos en las discotecas. Y es que, a pesar de tener un trabajo a la sombra, (no en sentido literal) de su eficiencia y rapidez dependen la mayoría de establecimientos.
Es bien temprano por la mañana cuando los fruteros colocan la fruta en su parada, cuando los marineros dejan listos los barcos o cuando los repartidores llenan sus camiones. Antes de abrir los establecimientos, todo tiene que estar a punto de cara al cliente, que espera el mejor servicio en todo momento.
Con alegría
A pesar del enorme esfuerzo físico que requieren algunos de estos trabajos, los encargados de realizarlos los soportan con una sonrisa en la cara. Como comenta State George en el momento de sacar las bolsas de mejillones de la furgoneta que conduce, «el olor a pescado es lo que llevo peor, pero a mí me encanta conducir y ver gente nueva, así que me gusta mi trabajo en la calle». El sol es intenso, pero él dice: «Estoy mucho rato en el coche y el sol no lo noto hasta que salgo a repartir. Ahora en agosto se nota que las calles arden, pero como el trabajo lo hacemos prontito por la mañana, no es lo mismo que si fuesen las cuatro de la tarde, por lo que el tema del calor lo llevo bien».
No tan bien lo lleva Juan José, el repartidor de butano. Con la camiseta empapada y la cara enrojecida por el esfuerzo, comenta: «Físicamente es un trabajo complicado y el esfuerzo es muy grande. Yo el sol y el calor los llevo fatal, me estresan demasiado. ¡Necesito agua cada minuto para estar fresco!».
Y fresco es como se debe sentir Willy cada vez que abre la puerta de su camión. Él es el encargado de la repartición de congelados, tales como pan, hielo, helados... «En verano se pasa mucho calor, pero es lo que tienen estos trabajos de temporada. Yo, personalmente, lo llevo muy bien. Prefiero estar todo el día en la calle que en un recinto cerrado. Conozco gente y me pongo moreno», bromea este joven.
Del mismo gremio, Àlvaro, repartidor de productos de limpieza, que piensa de igual forma que Willy: «Es un trabajo duro, pero se pasa el día volando. Cargas, descargas, repartes... Y así toda la mañana, ni te enteras». A lo que añade: «Lo que llevo peor, quizás, es el exceso de trabajo. En verano no se puede perder ni un minuto, pero por lo demás no me quejo».
También repartidora, pero de productos bastante más ligeros, es Antonia, una cartera del servicio de Correos. Esta chica recorre las calles de Vila con alegría cada día: «Tengo un buen sueldo y los horarios están muy bien. Además, se conoce mucha gente».
Que es precisamente por lo que Víctor, repartidor de flyers, escogió este trabajo: «Me gusta conversar con los turistas. Es una experiencia muy positiva. De hecho, creo que mi trabajo no tiene nada de malo, no me gusta buscar lo negativo...».
Finalmente, Margarita, una frutera del Mercat Vell asegura estar la mar de bien entre esas columnas: «Aquí estamos fresquitos, porque no pega el sol directamente. Lo peor es que la gente piensa que es un trabajo fácil, pero es bastante duro. Con los clientes el trato es muy bueno, en 30 años que hace que estoy aquí, nunca he tenido problemas».
Marina Bonet
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