Eva, Philippe y Laly son tres amigos barceloneses que pasan sus vacaciones en una casita rural de Sant Llorenç. Durante la mañana de ayer visitaron un pequeño colmado de esta localidad para comprar agua y algo para comer en su jornada de playa. Cuando llegaron a Portinatx empezó a llover y decidieron volver a Sant Llorenç: «Entonces recordamos que la señora que atiende el colmado del pueblo nos dijo que hoy [por ayer] había baile tradicional y degustación de productos típicos porque era el día grande de la localidad. Así que hemos decidido quedarnos».

Igual que ellos, buena parte de los turistas que acudieron a la fiesta mostraban con orgullo sus equipos fotográficos con los que más tarde guardarían recuerdos de su estancia vacacional en Eivissa. Los residentes en Eivissa y, por extensión, en Sant Llorenç aprovecharon para saludar a gente que hacía días e incluso semanas que no veían: «Es que en verano hay mucho lío y es complicado coincidir con amigos y conocidos. Venir a estas fiestas es una buena oportunidad para los reencuentros», explicaba María, una vecina de Eivissa que además de disfrutar de la fiesta tuvo la ocasión de charlar con varios amigos que residen en Sant Llorenç.

Este año se produjeron dos novedades importantes: el calor dio tregua durante la mañana festiva y, en segundo lugar, el obispo de Eivissa, Vicente Juan Segura, batió su récord al concluir la misa solemne a la hora y cuarto de su comienzo. Este último detalle fue uno de los comentarios más oídos tras la homília: «Es de agradecer que no haga misas de casi dos horas», comentó uno de los asistentes.

Tras la misa tuvo lugar la tradicional procesión, el desfile de carros y la demostración de ball pagès de la colla de Labritja: «Creo que es un baile un poco peligroso porque el chico le puede dar una patada a la chica sin querer. Se parece a la capoeira, ¿no?», comentó Fabio, un turista italiano que vio el baile por primera vez.

María José Real