Maruxa Martos Parra (Zamora, 1955). Llegó a Eivissa el verano de 1978 con la intención de trabajar en un hotel pero no encontró y se fue al hospital donde la contrataron como auxiliar de enfermería. Ha estado doce años de sindicalista de UGT en Can Misses y ahora está de auxiliar en quirófano. Compagina su trabajo con el teatro, su pasión, ya que hace cursos de teatro para niños, prepara montajes y es actriz amateu. «Ya me gustaría ser profesional y dedicarme a ello», afirma.
-¿Donde pone más pasión en el quirófano o en el teatro?
-Me gusta mi profesión, pero el quirófano es mi trabajo y lo hago lo mejor posible. Cuando trabajaba en Traumatología había muchos pacientes y me gusta el contacto con ellos, hacerles felices y sonreirles. El quirófano es mucho más técnico pero no puedo volver a planta porque tengo problemas de espalda. También me ha gustado el sindicalismo, pero el teatro es mi forma de expresión, lo hago por amor al arte y no me pagan, lo hago para mí y por eso le pongo más pasión.
-¿Qué le queda de sindicalista?
-Mucho (risas). A veces digo que no tengo ganas de protestar ni de meterme en líos pero no me puedo callar. Estoy en quirófano y cuando veo cosas que no son justas estoy protestando todo el día, voy al supervisor, al sindicato... No puedo quedarme tranquila.
-¿Qué hay de cierto de esa etiqueta de que los sindicalistas liberados tienen fama de trabajar poco?
-Es una fama muy mal etiquetada. Parece porque estás en un despacho, haciendo gestiones que no se ven, haciendo negociaciones que nadie ve. Estamos mal vistos por los trabajadores y los jefes. Cuando volví al quirófano vestida de verde llegaron a decirme: «¿Ya has vuelto a trabajar?» Nunca he dejado de trabajar. Se trabaja y todo lo que se consigue es por los sindicatos.
-¿Dónde tiene su verdadera vocación?
-Quería ser actriz, cantante y modelo. Me gusta mucho la farándula. Cuando era pequeña mi pasión era ser bailarina de ballet, tocar música y cantar.
-¿Hay que ponerle teatro a la vida?
-En algunas ocasiones sí porque es más divertido. Trabajé en la barra de un bar en Amnesia y me acostumbré mucho a darles a los demás lo que querían pero sin perder tu interior. Hay que saber que estas haciendo teatro en un momento necesario para que la gente sea más feliz.
-¿¿Cómo compaginaba el trabajo nocturno en un bar con Can Misses?
-Estuve un par de años haciéndolo, pero fatal. Dormía cuando podía, pero después me pedí tres años de excedencia porque no podía más.
-¿Volvería a Zamora?
-Llevo 30 años en Eivissa, ¡qué horror! He intentado irme tres veces pero me han surgido cosas que no me han dejado marchar. Me encanta Eivissa. Cuando llegué de Zamora ya era un poco diferente. No era conformista, vestía diferente y me dije: es lo que estaba buscando. Era una libertad, nadie te pregunta y puedes hacer lo que te de la gana.
-Tiene un pelo muy característico, ¿Nunca le han dicho que se parece a la bruja Averia?
-Sí, el pelo me lo he teñido de muchos colores: de rojo, verde... Cuando empecé a trabajar en el hospital, estaba en laboratorio y salía a llamar a los pacientes y los pageses se me quedan mirando: llevaba las uñas y los labios pintados de negro y un lazo fosforito a juego con los calcetines. Me pongo así en Zamora y me echan a los dos días (risas). Me encantaba porque en Eivissa nadie me decía nada. Ahora el pelo llama mucho más la atención que nunca cuando lo quiero blanco y más discreto.
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