El concierto de los Wailers en Formentera había suscitado una gran incógnita y un cierto temor de lo que podría suceder. La presencia de unos mitos como ellos aseguraba un desplazamiento masivo de espectadores. Así fue, desde uno o dos días antes se notó la llegada de mucha gente a la isla, muchos rastas, muchos perros, olor a sobaquina, bicicletas, litronas, sacos de dormir o esterillas de playa. Es lo que hubo, pero las cosas no pasaron a mayores como algunos temían; horas antes del concierto junto al aparcamiento donde se iba a celebrar el evento, asfalto hirviendo, los fans de Marley (que no de Wailers) comían bocatas, tomaban birras y hacían acopio de vituallas como pan, embutido y bebidas en el supermercado contiguo, que hizo su agosto, dormitaban en portales de las casas más cercanas o en los pocos rincones resguardados del sol.
GUILLERMO ROMANÍPerros, greñas y litronas
19/07/09 0:00
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