El cantante y las coristas del grupo, sobre el escenario situado en sa Senieta.

Los Wailers actuaron el viernes por la noche en el parking de sa Senieta en Sant Francesc y la afluencia de espectadores fue proporcional al mito que encarna Bob Marley que 28 años después de su muerte sigue siendo el rey del reggae. Seis mil personas según la Policía Local y Protección Civil, una marca histórica para la isla, asistieron al concierto en que los Wailers, el grupo fundado por Marley, hicieron un extenso repaso del genio musical de un líder insustituible en su género. Pero lo cierto es que fue un concierto un tanto desleído, acartonado, con unos corsés, obviamente voluntarios, que a quienes conocieron o escucharon a Bob Marley & The Wailers, se sintieron un tanto decepcionados. Pero incluso jóvenes que no habían nacido cuando Marley falleció en el 81, coincidían en que «parecía como si nos hubieran puesto un cd animado, y para eso mejor un cd original con Bob Marley».

Sí, era la música de siempre, sí, eran las canciones de toda la vida pero «faltaba alma, no había chispa, era como si fueran a piñón fijo», decía un cincuentón venido de Barcelona. Lo cierto es que el inicio fue un tanto soso, una larga canción con pocas vibraciones, una manera de calentar motores, pero éstos tardaron demasiado en calentarse y no fue verdaderamente hasta que cantaron Jamming cuando el numeroso personal entró en sintonía y ya habían discurrido muchos minutos de concierto; eso sí los que estaban en primera fila vibraban como locos no paraban de hacer fotos y con sus camaritas grabar la actuación, pero los músicos, excesivamente estáticos, no transmitían el feeling propio de Bob Marley, eran un tanto como las reliquias del pasado.

De los originales Wailers sólo estaba Aston Barret, bajo y los restantes músicos se han ido incorporando en el tiempo a medida que se precisaba mantener una formación y un estilo, una marca registrada. El cantante se mostró excesivamente parco en gestos, era casi una estatua salvo en alguna que otra canción, el guitarrista apuntaba unas maneras que no podía permitirse ya que es imposible, en los Wailers, salirse del guión y aunque las canciones eran las de toda la vida, Is this love, Get up, stand up, Lively up yourself el concierto era como una película de serie B. Sí, claro los grandes temas eran coreados por el público como lo fue Exodus o I shot the sheriff pero faltaba chispa y ni siquiera llegó la esperada No woman, no cry canción que se convertiría en uno de los himnos identificadores de Bob Marley & The Wailers.

A medianoche cuando llevaban una hora en el escenario, la banda bajó del mismo a la espera de que los técnicos sujetaran bien el puente de luces posterior del escenario que con el fuerte vendaval corría peligro de desplomarse, y pocos minutos después reemprendieron el concierto, mientras que ese viento que iba de cara a los músicos y arrastraba una continua corriente de polvo provocaba que las dos mujeres que hacían los coros no pararan de utilizar toallas o pañuelos para eliminar la tierra que les llegaba a los ojos.

Cuando estaba a punto de finalizar el concierto tuvo lugar la presentación habitual de los músicos, tediosa y excesivamente larga que finalmente provocó, con la ayuda de la ventolera, que ni los más fervientes solicitaran algún bis que se antojaba innecesario. Cuando finalizó, un cínico espectador catalán decía: «Mejor haberme tomado un gin-tonic en casa y ponerme cualquiera de sus discos, eso es reggae puro, eso es Bob Marley, no lo que he escuchado hoy». Claro que había otros, italianos, argentinos o lo que fuere que estaban encantados de la vida con el concierto y habían estado saltando y coreando las canciones y decían 'qué pasada', 'qué guay'.

Guillermo Romaní