El profesor Gabriel Cardona (Es Castell, 1938) es un reconocido especialista en historia contemporánea del Ejército español y enseña en las universidades de Barcelona, Illinois y California. El menorquín abandonó, por principios, la carrera militar después del golpe de Estado del 23-F y prepara para el próximo año la publicación de varios libros.
-¿Cuál es su visión como militar de los hechos del 23-F?
-No me extrañó lo que sucedió porque el ambiente en el Ejército era golpista y muy enfrentado con la democracia. No todos los militares eran golpistas pero sí eran franquistas. El grupo de golpistas era pequeño pero tenía una gran fuerza. Había un problema grave de disciplina porque Franco había puesto al Rey y Arias lo había hecho capitán general. Para un general, enfrentarse a un rey nombrado por Franco y que era capitán general no era lo mismo que enfrentarse a Suárez, que era un civil. Tenían claro que todos debían hacer lo mismo, sin dividirse. Estuvieron toda la noche analizando quién ganaba y se fueron decantando por la opción del Rey.
-¿Se ha mitificado la importancia del Rey en el Golpe de Estado?
-No, de ninguna manera. Los ultras lo odiaban y los otros lo aceptaban por disciplina. Costaba ir contra el Rey. El que estaba arriba era militar. Gutiérrez Mellado estableció que el día del santo del Rey, los oficiales se vistieran de gala y brindaran con una copa de vino. Los ultras lo hacían vestidos de campaña y con agua pero no se atrevían a hablar mal del Monarca. Era una resistencia pasiva. El golpe lo dio la mentalidad franquista y lo hizo fracasar la disciplina franquista.
-¿Por qué decidió abandonar el Ejército después del 23F?
-Porque la gente no respondió como debía. Las simpatías por los franquistas eran mayoritarias. Los generales que habían defendido la legalidad lo habían hecho por obediencia al Rey o por miedo. No me interesaba estar en ese colectivo y salí sin dar golpes en la puerta ni estridencias.
-¿Hubo muchos militares que reaccionaron como usted?
-No.
-Usted ha estudiado a fondo la figura de Milans del Bosch.
-En el fondo, Armada lo engañó. Milans estaba convencido de que detrás estaba el Rey. Armada tenía buenas relaciones con el Monarca pero pésimas con Suárez. Estuvo cinco horas comiéndole el coco al Rey y éste no dijo nada. Después estuvo en Valencia con Milans y le dijo que el Rey estaba de acuerdo. Milans se lo creyó pero después descubrió que no era cierto. Como era un hombre muy orgulloso, no quiso dar un paso atrás. Rompió su fidelidad monárquica.
-Si el golpe hubiera prosperado, ¿quién habría sido el jefe de Estado?
-Curiosamente, el único con miras amplias y una gran ambición era Armada, que quería ser presidente. Tejero quería ser jefe de la lucha antiterrorista. ¡Vaya tontería dar un golpe de estado sólo para eso! Milans del Bosch no quería saber nada de política. Quería ser jefe de la Junta del Estado Mayor del Ejército. Tejero estaba enloquecido con el tema de ETA.
-La actitud de Tejero fue la de un iluminado.
-Totalmente. Tejero era un oficial de la Guardia Civil y su estancia en el País Vasco y la muerte de compañeros lo enloqueció; estaba obsesionado.
-¿Cómo se involucraron los militares de Balears en el Golpe de Estado?
-El capitán general estaba absolutamente de acuerdo y fue uno de los más decididos a favor. Estuvieron esperando para ver qué hacían. Balears tenía poco peso en el conjunto porque el mar aísla. La actitud de los militares de las Islas fue la misma que la de los de la Península; estaban de acuerdo. Los golpes de Estado siguen la ley de las 24 horas, que es el tiempo que necesitan para triunfar o se debilitan y gana el gobierno. Se perdió mucho tiempo. No fueron suficientemente decididos para continuar y los otros capitanes generales no se apuntaron.
-¿El Ejército ha cambiado mucho desde la Transición española?
-La mentalidad es parecida pero el Ejército es diferente. Los militares verdaderamente demócratas se marcharon. Antes, la mentalidad era ser una reserva de la policía. Ahora el Ejército se va a Afganistán o Bosnia. Todas las instituciones necesitan justificarse.
-¿Siguen tan cerca la Guardia Civil y el Ejército?
-La Guardia Civil ha tenido una transformación tan grande que ojalá la hubiera tenido igual la Iglesia católica u otras instituciones. La Guardia Civil se ha transformado profundamente. El Ejército también pero en menor grado, porque tiene menos contacto con la sociedad civil. La proyección exterior ha cambiado porque está la OTAN y deben hablar con militares de otros países. La actitud de la Guardia Civil de ahora es magnífica. Sentimentalmente, son de procedencia militar.
-Al dejar el Ejército se dedicó a la docencia.
-Tenía 40 años y enseguida me coloqué. Ya era profesor de la Universitat de Barcelona. Estudié Historia para saber dónde estaba. Ser militar tiene mucho que ver con la política. A los 17 años me gustaba mucho leer. No sabía si hacerme militar o escritor. Pensé que podía hacer las dos cosas. Como militar, podía escribir sólo con censura previa. Era un desastre. Conservé siempre esa inquietud. Finalmente reencontré una de mis dos vocaciones. Hoy en día he publicado más de 50 libros. El último año he sacado tres libros solo, uno compartido y dos más de forma colectiva. Tengo ya en imprenta uno listo y dos más en preparación. Este año caerán cuatro o cinco.
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