Las elecciones europeas de ayer confirmaron la evidencia de la falta de interés de la ciudadanía por estos comicios lo cual, al menos, tiene dos aspectos positivos: por fin los sondeos aciertan y la escasa participación ha servido para que se diera una casi total ausencia de incidentes.

El único hecho consignado por la Junta Electoral de las Pitiüses se produjo en Formentera cuando un interventor del Partido Popular presentó una reclamación por la existencia de una pancarta del PSOE en la misma calle donde se encontraba situado su colegio electoral. Fuentes de la Junta explicaron que se confirmó que la propaganda electoral se encontraba a unos 200 metros del recinto de las votaciones, infringiendo la normativa, por lo que la Policía Local tuvo que retirarla.

En el resto de colegios electorales la normalidad se convertía en aburrimiento conforme pasaban las horas. «Menos mal que estamos acostumbradas a los madrugones», reconocía Mari Carmen, miembro de una de las mesas de Santa Eulària.

El buen humor, al menos antes del mediodía, era el arma principal para soportar el paso de las horas. «Las puñaladas las dejamos para cuando llegue la hora del recuento y estemos aquí ya 12 horas», comentaba Juancho, presidente de otra de las mesas.

Poca juventud

De los escasos votantes que habían acudido a las mesas, la inmensa mayoría tenían más de 30 años, según opinión general. «De menos han venido algunos pero de los chavales que tenían que estrenarse, casi ninguno», explicaba a las 17'00 horas Piluca, interventora en el colegio del centro vecinal de ses Figueretes. «Mi hijo ha sido uno de los pocos, aunque creo que le he obligado un poco», comentaba divertida.

Mientras en este colegio trataban de pasar el rato charlando y leyendo el periódico, a menos de 100 metros de allí, cientos de personas estaban en la playa ajenas a las votaciones.

Había, eso sí, algunas excepciones que confirmaban la teoría de que se podía ir primero a darse un baño y luego ejercer su derecho al voto. «Por la mañana he estado en la playa y me había olvidado de las elecciones. Tras la siesta, de repente me he acordado. Y menos mal, que si no me quedo sin votar», reconocía una vecina del barrio.