Joan Buades combina su actividad como docente de lengua catalana en el instituto de Sant Agustí con la labor investigadora. Su último trabajo, que acaba de salir en la editorial Icaria, toma como ejemplo el Grupo Barceló para exponer el que define como «neoliberalismo extremo». A pesar de centrarse en un caso concreto, el autor resalta que su obra «no es un libro contra Barceló, si no contra el modelo que representa y que han seguido todos nuestros grandes grupos hoteleros».

-¿Cómo y por qué se decidió a hacer este trabajo?

-Pertenezco al Grup d'Investigació sobre Sostenibilitat i Territori de la UIB. Por eso, Acción por un Turismo Responsable me pidió un libro sobre alguna de las grandes transnacionales españolas. Cuando se estudiaba el progreso de Balears en materia turística, se ponía el foco en el éxito macroeconómico, destacando que somos una comunidad supuestamente muy rica, pero no se han analizado nunca los costos que eso ha supuesto. También me preguntaba por el hecho de que, cuando nuestras grandes empresas empiezan a ser importantes fuera, ¿qué hacen allí?

- ¿Por qué Barceló?

- El año pasado, entre las 70 empresas turísticas más importantes del turismo, cinco eran baleares, con Sol Meliá la más importante, en la posición 15; Barceló la segunda, en la 24; y luego les siguen Riu, Iberostar y el Grupo Matutes. Intuía que Barceló (aunque todas estas empresas se llevan mal con el medio ambiente, los trabajadores y las comunidades) es especialmente innovadora porque no tiene escrúpulos para usar cualquier medio para crecer.

La familia Barceló ha sido especialmente hábil para recoger capitales, blanquearlos y convertirlos en macrourbanizaciones, marinas y campos de golf. El origen de la empresa, como todas las de Balears que he nombrado, es el franquismo. Con la dictadura tuvieron unas condiciones óptimas porque los touroperadores británicos y alemanes, algo menos los franceses, lo que hacían era, a través de paraísos fiscales, prestar dinero a agentes locales con buenas relaciones con el régimen para construir sin problemas por legislaciones medioambientales, sin que hubiera sindicatos y sin democracia.

Cuando llega el cambio, Barceló lo primero que hace es irse a Canarias porque tiene un régimen fiscal especial y comienza a desentenderse de Balears. Y a partir de 1985, ve que eso de la democracia es un problema porque repuntan los sindicatos, comienza la presión proteccionista y no puedes construir donde quieres. Lo que había sido el franquismo para ellos y las otras cadenas, es decir, un ángel protector estatal, lo buscan en República Dominicana, Costa Rica, México y otros países.

- ¿Cómo lo hacen?

- Su sistema es siempre el de grandes resorts, modulables, escalables, con negocio cautivo del 'todo incluido', campos de golf, estaciones náuticas, condotels, centros comerciales. Todo eso en zonas en las que los gobiernos les garantizan que nadie les tocará en materia ambiental, ni se respetarán los derechos de los trabajadores, ni las comunidades podrán decir nada.

La red financiera de Barceló incluye crear sociedades de inversión en construcción e inmobiliaria. Comparten consejo de administración con Martin-Patterson Global Opportunities, que tiene su domicilio en los paraísos fiscales de Bermudas y Caiman; con Farallon Capital, una de las principales accionistas de Halliburton, que se ha hecho rica con la reconstrucción de Irak y conocida por ofrecer soldados privados. También están los fondos soberanos de Abu Dhabi y, en Marruecos, se alían para hacer un macro complejo con Martinsa-Fadesa, la gran constructora gallega, y un banco local, controlado por el rey Mohamed VI, cuyo segundo socio es el Santander. La caja de esta sociedad está en 17 filiales domiciliadas en paraísos fiscales caribeños.

Esto quiere decir que toda la estructura financiera de Barceló acaba, no delante de la Hacienda española, mexicana o cubana, sino que, los capitales que captan, pasan por paraísos fiscales que no controla nadie. Resumiendo, Barceló se ha buscado siempre socios de primer nivel entre políticos y fuerzas económicas, saca dinero de procedencia oscura y, todo eso, lo usa para construir hoteles como reclamo pero al que se añade todo un entramado inmobiliario y comercial.

- Lo que hacen puede ser éticamente reprobable pero sólo aprovechan el sistema para implantarse.

- No cometen ninguna ilegalidad si no que participan de un sistema trucado en el que las empresas pueden hacer negocio a costa de los derechos de la gente. Lo han construido para que nadie meta las narices. Si declararan en México por el dinero que hacen allí, en España por el que hacen aquí, el dinero iría a escuelas, hospitales, protección ambiental. Todo eso lo evaden de sus impuestos.

El milagro económico de nuestras empresas se basa en la explotación, incluso en la esclavitud, de los inmigrantes pobres; en la devastación del litoral del Caribe y en la protección de gobierno corruptos que permiten que las empresas hagan dinero sin declararlo y, por tanto, hagan evasión fiscal. Ocurre lo mismo en Eivissa o Balears. La Comunitat es rica pero no sus ciudadanos. Si comparas el número de profesores o médicos, es muy inferior a la media española porque aquí se hace el negocio turístico pero el dinero se va a puertos, aeropuertos o incineradoras. Es una economía de rapiña.

- Cuando se plantean estas cuestiones, se defiende que se da trabajo, unas condiciones de empleo y de vida que mejoran la media local.

- El planteamiento no es correcto, igual que no lo es aquí. A mediados de los 70 podía ser verdad porque Eivissa era una sociedad agraria sin demasiado dinero circulante y, al llegar el turismo, quien monta un pequeño negocio o trabajaba en el sector, hace dinero. Los primeros 20 años era así pero después, los ibicencos, al igual que los habitantes del Yucatán, comienzan a ver que la sociedad está peor porque el negocio no lo hacen ellos, desaparece el pequeño empresario, llega el 'todo incluido' y se carga el mercado local. O el tipo de trabajo es poco cualificado.

- ¿A qué hay que aspirar?

- Lo que necesitamos es más democracia económica. Que las comunidades puedan decidir, que tengan herramientas para hacerlo, porque, a la larga, estas grandes empresas se van deshaciendo de los hoteles. Es lo que han hecho nuestros hoteleros que nos quieren tanto. Matutes hace en Jamaica lo que no puede en Eivissa: ocupar una playa, quedarse el agua y la luz de la comunidad, poner allí 2.000 plazas hoteleras.

- ¿Podemos esperar que las empresas se adapten a jugar dentro de los límites que apunta?

- Se reducirá la tarta pero eso no quiere decir que no se pueda hacer dinero, sólo que tendrán que innovar y ser más listas que sus competidores y tendrán que tratar mejor a la gente. Ahora nuestros empresarios no invierten en innovación, medio ambiente o creatividad. Su producto no vale nada, su estrategia es la de 'toma el dinero y corre'.