Sant Carles (1946). Le costó bastante que su padre le dejara estudiar Magisterio, tuvo que ir hablar incluso con él su profesora, Nélida Marí Calbet, a la que admiraba. Recuerda que «en ese momento parecía que la función de las mujer era la casa, coser y bordar, pero era bastante mala y yo quería estudiar» y así lo hizo. Su primer destino fue Formentera, después estuvo en Sant Carles y finalmente al que denomina «mi colegio», el Sant Ciriac de Santa Eulària, donde estuvo catorce años como directora. En junio de 2006 se jubiló pero su agenda diaria está repleta de actividades.

-¿Tiene añoranza del colegio?

-Echo de menos estar con los chicos. Se ve que era mi vocación, además de mi profesión. Me he buscado alguna actividad para estar con ellos. Ayudo en las parroquia dando catequesis.

-¿Son mejor o peor los alumnos de ahora que los de antes?

-Nunca llamaría malo a ningún alumno. Los de ahora quizás tienen más diversidad de sus actividades: deportes, vídeos o consolas. Todo esto quizás les aleja un poco de lo que deberían estar un poco más pendientes: en su aprendizaje. Creo que se ha de tratar de buscar nuevas formas de enseñar para estos nuevos tiempos y hacerlo de forma diferente de como se hacia.

-¿El catalán ha sido motivo de conflicto cuando impartía clases?

-Ha costado mucho que se aceptara mínimamente, pienso que eso depende los padres porque a los niños les puede costar más o menos y llegar a odiarlo porque no lo saben, como no le gusta la historia o las matemáticas. El problema ha sido social, si catalán o no catalán. Todo ha influido pero ha costado que lo aceptaran las familias y dejaran hacer una oposición frontal a que se hiciera. Ha habido cosas mejorables en el planteamiento de la enseñanza pero la intención era que se conocieran las dos lenguas. Saber no puede hacer daño a nadie.

-¿Qué recomienda a un profesor que empieza ahora a dar clases?

-Mucha paciencia, dedicación y formación. Hay que buscar continuamente nuevas formas de enseñar para ayudar a los niños. El profesor que empieza ahora tiene que estar muy motivado, preparado y con mucha paciencia. Que esté convencido de que la enseñanza no es una profesión cualquiera, es un trabajo enorme y vocacional.

-En su época cuando decidió ser profesora, ¿le miraban como un bicho raro?

-Eramos pocas, quizás decían «¿qué pretende esta?». No hay muchas de mi época que salieron a estudiar fuera. Quería un poco más de amplitud. No me conformaba que me obligaran a ir a casa de una modista para aprender a coser. Mi madre, la pobre, estaba desesperada.

-¿Ha comprobado en la práctica que jubilación viene de jubileo?

-No sé. La jubilación me viene muy bien pero tiene su parte filosófica de que ha pasado mucho tiempo y te queda menos. Es una época que tienes que aceptar, al principio me costaba un poco. Es la época a la que todos llegamos y hay que hacerlo de la mejor manera.

-¿Se ha tratado bien la educación en Eivissa?

-Es una asignatura pendiente y no sólo en Eivissa. Cualquier sociedad que no se base en educación y cultura y sólo vea el lado económico, tiene carencias. He estado muchos años en el colegio con ratios muy elevadas y así se trabaja peor. Resulta difícil ofrecer una atención individualizada a los alumnos si son muchos.

-¿Qué le gusta más de la isla? ¿Y lo de menos?

-Ay chica! De la isla me gusta lo que era hasta que vine de estudiar y me encontré que la playa a la que iba siempre estaba llena de cascotes y de hierros de un hotel que se construía al lado. Se ha desvirtuado un poco la esencia de la isla. Me gusta la tranquilidad, el clima, la gente, que es mi casa.

-¿Llegó finalmente a aprender a coser como quería su madre?

-No, soy malísima para esto. Los dobladillos me salen torcidos. Nunca aprendí a coser bien y no tengo paciencia para ello (risas).