El Santísimo Cristo del Cementerio, a su paso frente al Convent, en Dalt Vila. Foto: GERMÁN G. LAMA

Con profundo respeto, en silencio y con mucha emoción, centenares de fieles de Eivissa participaron ayer en la procesión del Santo Entierro, que recorrió las principales calles del casco antiguo y de la ciudad para conmemorar el día de la crucifixión de Jesucristo.

Cerca de las 20'30 horas, las calles más próximas a la Catedral, de donde partieron las seis cofradías de Eivissa, como la Mayor o Sant Ciriac, albergaban a aquellos fieles que quisieron unirse a los pasos procesionales desde el inicio.

Los costaleros del Jesús del Gran Poder, vestidos con túnicas moradas y blancas, se encargaron de abrir la comitiva procesional que desde el primer momento estuvo amenazada por la lluvia. Una vez que los 19 costaleros llegaron al cruce entre la calle Sant Ciriac y Joan Román tuvieron que bajar a la imagen para que ésta y los cofrades bajaran en condiciones de seguridad. Una vez superado este pequeño obstáculo, al que tuvieron que enfrentarse todas las hermandades, continuaron con el recorrido. Tras ellos, los penitentes del Cristo de la Agonía, seguidos de la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza, una de las más aclamadas a su paso, pues fue llevada a hombros por 20 mujeres de esta cofradía. La presencia femenina en esta cofradía es bastante destacada ya que de los 180 hermanos alrededor de un 60 por ciento son mujeres. «¿Ésta es la nueva imagen de la parroquia de Santa Cruz?», preguntaban algunos, mientras las cofrades que portaban a Nuestra Señora de la Esperanza se detenían para beber un poco de agua y así continuar el camino hacia la parte baja de la ciudad. Unos cien metros detrás de ellas se encontraba la hermandad de Nuestra Señora de la Piedad, que estrenó banda de tambores, la única que lucía el mismo atuendo que el resto de hermanos de la cofradía. Detrás, la Virgen de los Dolores, que este año vivió la restauración de su trono procesional. Entre el público, mientras tanto, se iba viendo algún que otro paragüas para resguardarse de las primeras gotas de lluvia. Las caras más serias de los adultos que aprovechaban para rezar al paso de las imágenes contrastaban con el asombro de los más pequeños, quienes pudieron recoger algún que otro caramelo que repartían los penitentes de las hermandades de La Piedad y la Virgen de los Dolores. El paso del Cristo del Cementerio, cuya hermandad fue creada en 1890, se unió a la procesión en plaza Espanya. La cofradía del Cristo Yacente se encargó de cerrar la procesión, que recorrió las principales vías de la ciudad, como Vara de Rey o Avenida Espanya. Bien entrada la medianoche, los pasos regresaron a sus parroquias hasta el año que viene. María José Real