La Mola se convirtió un año más en la capital insular ya que amén de los formenterenses que siempre acuden en masa al Pilar con motivo de la Olimpiada Pagesa, cada año son más los ibicencos que se desplazan para una jornada lúdico-festiva que se ha asentado como la última fiesta previa a la temporada turística.
Con la incertidumbre del tiempo que marcaba el sábado, el domingo y a muy primera hora eran numerosos los formenterenses que ya estaban en la Mola a la espera de actos, actividades y festejos. Y cuando llegaban se encontraban con la sitja de carbó encendida el día anterior y con los maestros de las matançes, que eran quienes daban cuenta de los más de 200kg de cerdo, así les iba a los maestros en la materia con los tocinos, las sobrasadas y butifarrones
De todas maneras quienes había partido a las nueve de la mañana para la caminata del altiplano de la Mola ya tenían al llegar preparado un buen frito de cerdo para reponer fuerzas y recomponer ánimos, y luego comenzaron a mezclarse cosas, desde las pruebas a la exhibición de folklore o la muestra de perros de caza. Los caballos se suspendieron.
Pero luego se juntó todo, y a todo se apuntaron los que se habían juntado, y mientras los niños hacía juegos varios, los mayores se dedicaban a las fritas de cerdo mientras que dando tientos a las cañas o haciendo de jurado en el concurso de vino y queso, otros se solazaban con el ball pagès a cargo del grupo Brisa de Portmany y de gente de Formentera, mientras hacían tiempo hasta el momento de la paella, ritual que se había previsto para unas 1.200 raciones en total.
El personal que desfiló por la fiesta se situó entre las 1.500 y las 2.000 personas, ya que, aparte del atractivo de la fiesta en sí misma, el tiempo fue el mejor de los aliados.
En el concurso de catas de ví pagès fue muy disputado. Una participante, incapaz de identificar el suyo, reconocía de otro: «No se cuál es cuál». Otras actividades habituales en esta jornada tan especial para Formentera que pronto llegará a su década como referencia festiva eran el concurso de fer brular es corn, donde algunos lograban más efectividad de la que podía esperarse. También hubo talleres y exposiciones de artesanía, las 'paradas' de los estudiantes que con sus pasteles y dulces recauda ban dinero para su viaje de estudios y, cómo no, la olimpiada en sí misma.
Entre todos, risas, jolgorio, carcajadas y competitividad hasta en las barras de comida y bebida.
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