CONCHA ALCÀNTARA
María José lo recuerda como «el calvario más grande» de su vida, Enriqueta con impotencia y Nieves tiene una mezcla de nervios, tristeza e indignación. Representan el pasado, presente y futuro del tratamiento de radioterapia en Palma: María José acabó el tratamiento en octubre de 2008. Para Enriqueta ésta ha sido su última semana en Palma y Nieves prepara las maletas para irse en marzo. Con sus familias y amigos en Eivissa, han de hacer frente a la lucha por la enfermedad en soledad en un piso en la capital balear, con una dieta diaria de 13,80 euros y pendientes de los aviones y los autobuses para llegar hasta el hospital y recibir las radiaciones. Frente a la incertidumbre acerca de que si el futuro hospital contará con radioterapia, ellas tres forman parte de las 40.000 personas de las Pitiüses que apuestan porque este servicio se incluya en el nuevo proyecto.
A María José Alvarez le detectaron un cáncer de mama en Eivissa en marzo de 2008. Después de la operación en Can Misses, el 5 de agosto cogió sus maletas y se fue a Palma para recibir radioterapia: «Todo va bien hasta que te dicen que te vas a Palma. Lo pasé peor que cuando me comunicaron lo que tenía», confiesa. «La primera semana fue muy dura porque no conoces la ciudad, no sabes a donde vas y estas en otro mundo pensando en lo que has dejado aquí», recuerda. Durante dos meses estuvo viviendo en un piso del casal balear, que depende del Obispado. «Había días en los que la máquina no funcionaba, iba corriendo a buscar un billete de avión para venirme a Eivissa, pero cuando volvía iba sin ilusión porque sabía que me tenía que ir. No me entra en la cabeza irme tan lejos para tres minutos». Las radiaciones duran muy poco tiempo, apenas cinco. El resto del día lo tienen para ellas en Palma.
Con esa dieta diaria tienen que hacer frente a traslados al hospital, el regreso a su casa y los desayunos, comidas, merienda y la cena. A esos casi 14 euros hay que restar los nueve diarios que pagó por la habitación en el casal balear, a tope de ocupación. María José, con su marido en paro, se ha fundido sus ahorros durante el tratamiento y aún no le han ingresado los gastos de las dietas. Enriqueta ha pagado de su bolsillo más de un taxi desde el aeropuerto para llegar a tiempo al tratamiento. Sólo en autobuses se gasta 4,20 euros al día. Nieves se pregunta qué pasa con los que no se pueden ni ir a a Palma porque no disponen de dinero. Enriqueta ha estado en un piso de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) acompañada de su marido. Para acceder a estos pisos es necesario un acompañante. Enriqueta confiesa que lo peor son los viajes: «Esto es muy excesivo. Hay días en los que no tienes el cuerpo para viajar. Lo llevas mal, pero te resignas porque no hay otra cosa».
La familia
La vida familiar se trastoca. María José dejó a sus hijas en Eivissa, una de ellas de nueve años. El comienzo del cole en septiembre lo vivió con su madre en Palma. Maria José no regresó hasta el 10 de octubre. Enriqueta tiene a su hijo en Eivissa, al que ve el fin de semana, y Nieves también a su hija. La soledad les acompaña en su viaje. «Mandan a la gente como si fueran ovejas», se lamenta María José. Recuerda que en uno de los viajes de ida a Palma se encontró en el aeropuerto «a una mujer con un pañuelo en la cabeza que iba perdida, no sabía muy bien dónde iba. Estuvimos hablando e iba a marcarse». Para recibir radioterapia se ha de marcar las zonas en las que se va a recibir antes de empezar el tratamiento. Nieves ya lo ha hecho.
El apoyo a los pacientes es fundamental. María Carmen García, vecina de María José y voluntaria de la AECC, recuerda que «llegaba muy mal de Palma». La quimioterapia es dura, pero llegas a casa y tienes a tu familia. Si te encuentras mal te acuestas y tienes a tu familia y a tus amigos, pero allí [en Palma] no tienes a nadie». A eso se suma que han de recurrir a familiares y amigos para que alguien les ayude en sus tramites burocráticos, como ir a Can Misses para recoger los bonos de viaje y poder viajar la semana siguiente. «No es que sólo te mandan a Palma, sino que tienes a todo el mundo 'pringao'», dice María José. Enriqueta andaba cabreada porque el 5 de enero tenía radioterapia y no le pagaron el billete. «Me dijeron que no se podían pagar dos billetes a la semana», asegura. Nieves, que duda en alojarse en el Casal balear, se irá sola a Palma. Su marido trabaja y su hija está en el colegio. «A lo mejor pueden venir mis hermanos o una amiga. Tienes que andar pidiendo ayuda. La gente lo hace con mucho cariño, pero es una situación que se podía evitar», se lamenta.
Los traslados
Nieves viajará en marzo, apenas recuperada de su tratamiento de quimioterapia, para luchar contra el cáncer de mama. «Según pasan los días estoy peor. La 'quimio' me está dejando cada vez más débil físicamente y anímicamente. He estado una semana en la cama por un bajón de defensas», dice. Aún así, Nieves trata de ver el lado positivo del desplazamiento a Palma. «Como que estás en otra ciudad y puedes ir al teatro o al cine, pero no voy a tener ganas; cuando una persona está enferma necesita estar con su gente, por su entorno conocido y como en casa en ningún sitio». En su opinión, el traslado «no ayuda al tratamiento». Enriqueta pasaba las horas, acompañada de su marido, paseando por la ciudad. «Estas todo el día pasando el tiempo y eso es muy duro», dice.
Paloma Martínez, la psicóloga de la AECC, hace hincapié en que hay psicooncólogos en todos los hospitales, ya que se considera que el buen estado emocional es básico para la enfermedad, pero eso choca con lo que sucede con los pacientes de Eivissa que se han de ir a Palma y sufren un aislamiento social. «Está demostrado que a una persona con unos elevados niveles de ansiedad y estrés le bajan las defensas en su sistema inmunitario. Can Misses dispone de un psicólogo para tratar a los paciente con cáncer, pero al mismo tiempo le están generando ansiedad, angustia y estrés, y lo que es una contradicción. El buen estado emocional es básico para esta enfermedad y, al mismo tiempo, le produce el aislamiento social». Cuando regresan de Palma, los pacientes se encuentran mucho mejor. «El problema no es cuando llegan, sino cuando se tienen que ir», apostilla la psicóloga.
En el proyecto arquitectonico del nuevo hospital se incluirá un espacio aislado para albergar la radioterapia en el caso de que se decida implantarla. De momento está en negociación. La Conselleria es reacia porque existe el riesgo de que los parámetros de calidad no se cumplan si se instala en Eivissa porque no hay un número suficiente de pacientes. De todas formas, no se descarta y hay unidad política en la isla para que sea una realidad.
Hay un baile de cifras acerca de cuántas personas se desplazan cada año a recibir tratamiento de radioterapia, ya que la Conselleria de Salut mantiene que son un centenar mientras que desde los colectivos como la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) sostienen que se superan los tres centenares. La presidenta de la junta local de la AECC, Lali Costa, que defiende la implantación del servicio aprovechando la construcción del nuevo hospital, al igual que la Ibiza y Formentera contra el Cáncer, explica que en los datos de la Conselleria no se contempla los que se trasladan a otras autonomías. «Más del 50 por ciento de la población ibicenca no nació aquí y lo normal es que si sufren un cáncer se vayan a sus ciudades de origen», añade Martínez, la psicóloga. A esto se suma que hay pacientes que no están en condiciones de ser trasladados a Palma, sobre todo los que están en cuidados paliativos. «Se les trata el dolor adecuadamente, pero también es verdad que hay otros sistemas más efectivos para eliminarlo con la radioterapia y no se les puede dar», apunta Costa «Somos personas, no números; cada día hay más y es una cosa muy necesaria para la isla», reivindica María José.
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