Maite García, en la imagen, recorta una futura suela. Foto: IRENE G. RUIZ

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ara todos los gustos, siguiendo la moda, tanto para hombres como mujeres, flexibles y, sobre todo, muy cómodos para el día a día o las celebraciones nocturnas. Así se puede definir el mocasín que Maite García y José Luis Pérez elaboran desde los años 78, cuando empezaron a trabajar la elaboración de calzado. «Empezamos haciendo sandalias y poco a poco fuimos mejorando el artículo. Después decidimos empezar a hacer mocasines y con el paso del tiempo íbamos buscando métodos de producción que nos permitieran hacer el trabajo en buenas condiciones», explica Pérez, quien afirma que sus clientes se suelen quedar algo sorprendidos al comprobar que en Eivissa se hacen mocasines de manera artesanal: «Generalmente se asocia la producción de calzado a Mallorca o Menorca y no suelen pensar que aquí, en Eivissa, también se producen zapatos, en este caso, tipo mocasín».

Según explican, a partir de un estándar producen varios modelos: «Con la punta cuadrada, más redondeada, con cordones o sin, con antifaz... hay muchas variantes». Los colores dependen de la estación: «Los que más demanda tienen son los marrones y negros, aunque desde verano los tonos violeta están muy de moda; se aceptan bien».

La creación

Lo que en un principio empezó con una serie de remaches y navajas se ha ido mecanizando con el paso de los años: «Cuando empezamos era todo manual, pero ahora sería imposible hacerlo todo sin máquinas porque la gente debería pagar unos precios que realmente no están dispuestos a pagar», cuenta Pérez. Así, las máquinas que usan facilitan el proceso de producción, como la prensa hidráulica, con la que a partir de plantillas se consigue el número del zapato y los agujeros que van en la suela, las planchas con forma de pie, que eliminan las arrugas del zapato una vez cosidas sus piezas, o la máquina de aire, que 'llena' al zapato y le da la forma final.

El primer paso es elegir la tela, que poco después se cortará con la máquina de prensa hidráulica con la que se extrae lo que más tarde será la suela: «A continuación se perfora la pieza y se le añade la plantilla de los taquitos que irán en la suela y se cosen en la máquina», explica Pérez, quien añade: «Después se cose el vivo [el hilo ornamental que se ve fuera del zapato] de las piezas y nuestra vecina María cose la parte de arriba con más vivos. La gracia de estos mocasines es que están cosidos a canto de horma». Una vez el zapato está hecho se coloca en una plancha con forma de pie con la que se eliminan las arrugas de los trozos: «Cuando ya está moldeado se pega una cuña dentro del zapato y se pasa a una máquina en la que se fija el pegamento y se le da la forma final». Y ya tenemos hecho el par de mocasines.

Maite, José Luis y Tamara Vidal, que trabaja también en este taller familiar, pueden llegar a hacer unos diez pares diarios: «No podemos producir a gran escala porque somos un taller pequeño y artesanal. Si hiciéramos más pares perderíamos calidad y eso es lo que nos diferencia y porque utilizamos cueros muy buenos».

El precio de los mocasines varía según la complejidad del modelo. Así, el más sencillo cuesta 69 euros, mientras que los afelpados valen diez euros más. María José Real