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n trabajo lento, laborioso, pero muy gratificante. El patchwork es una de las labores tradicionales que atrae a cada vez más personas para elaborar desde tapices, bolsos hasta muñecos de navidad, por ejemplo. Hace 20 años, Àngeles García descubrió el arte de unir pequeños pedacitos de tela: «En Eivissa no había nada sobre este tema; me enteré por una revista y decidí que quería aprender. Estuve buscando información para saber cuál era la mejor profesora para aprender. Por aquel entonces era Gloria Llopart. Le solicité entrar en sus clases, pero me dijo que no porque tenía el cupo lleno», explica esta profesora de patchwork de Sant Antoni, quien añade: «Finalmente, me presenté en Barcelona, le dije que me hiciera un hueco en sus lecciones y al final accedió. Recuerdo que era un poco complicado porque todos los inviernos tenía que viajar cada 15 días a Barcelona para tomar clases intensivas sobre esta labor durante tres días, y así hasta verano, que era cuando empezaba a trabajar. Estuve yendo a clases con Llopart hasta que se jubiló».

Con el paso de los años, Àngeles fue consolidando sus conocimientos sobre patchwork, tanto que empezó a dar clases y montó su propio negocio en Sant Antoni, Patchmanía, lugar en el que además imparte sus clases todos los días por la mañana y por la tarde. Al tratarse de un trabajo que no ofrece resultados inmediatos, la profesora recomienda cargarse de paciencia: «Sé que al principio es complicado y que puede costar de ver los resultados porque a mí me pasaba cuando iba a las clases de Barcelona; las veía a todas súper expertas y pensaba que nunca avanzaría. No es así. Poco a poco vas viendo que lo que estás creando avanza, lentamente, pero evoluciona. Por eso, siempre les digo que no se desanimen, que si se equivocan deshacemos y volvemos a empezar, que deshaciendo también se aprende», comenta Àngeles entre risas.

Igual que otras labores tradicionales tales como el ganchillo o el encaje de bolillos, el patchwork es altamente recomendable para intentar evadirse de la rutina diaria: «Han venido alumnas que incluso pasaban por una depresión y al venir aquí están más contentas porque se distraen y sobre todo se animan a salir de casa. Además conoces a mucha gente, todas nos ayudamos mucho y hay un gran ambiente de compañerismo. Aparte, nos lo pasamos muy bien todas las tardes».

El primer paso para empezar a practicar patchwork es escoger el diseño: «Siempre les recomiendo que escojan lo que más les guste, pero que no empiecen por algo muy difícil. Prefiero que elijan algo sencillo y si ven que va evolucionando a buen ritmo pues, por ejemplo, la tela de un cojín se puede convertir en una colcha». Después hay que hacer los patrones, que deben estar elaborados al milímetro: «Un error de un milímetro en un patrón supone cuatro o cinco centímetros en la tela. Si te equivocas tienes que volver a empezar todo de nuevo». Posteriormente llega el momento de elegir las telas: «Principalmente trabajamos con algodón, aunque es verdad que en navidad, por ejemplo, hacemos adornos o manteles, por ejemplo, con alguna que otra tela más brillante». Después, las alumnas ya pueden empezar a coser y, por último, llega la fase de acolchado: «Antes de empezar a coser hay mucho trabajo previo; te puedes pasar horas. Lo más importante es marcar bien el patrón», señala la profesora.

María José Real