En la actualidad sor Georgina sólo acude a la cárcel para ir a la eucaristía del sábado. En la imagen, minutos antes de entrar a la cárcel. Foto: IRENE G. RUIZ

Mi padre visitó durante muchos años a personas mayores. Creo que de ahí viene mi vocación de ayuda a los demás. Dios quiso que continuara con su labor y así ha sido». Con estas palabras, Sor Georgina Zuazo resume cuál es su tarea en el centro penitenciario de Eivissa, donde desde hace 26 años visita a los internos para ofrecerles, en un principio, clases de catequesis y lectura del Evangelio y durante los últimos años, lecciones de alfabetización. Estos años dedicados a trabajar con los demás le valieron hace algunas semanas la medalla de bronce al Mérito Social Penitenciario, concedida por la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias. «El acto de entrega fue muy bonito. Muchos de los internos no quisieron perdérselo y el director de la cárcel me entregó la medalla con alabanzas que no merezco porque esto es mi vocación», afirma sor Georgina, quien añade: «La verdad es que me siento un poco abrumada con tanto interés, pero espero que este reconocimiento sirva de ejemplo para que la gente continúe con esta labor».

La hermana recuerda con sus 83 años y una lucidez mental digna de ser destacada cómo llegó a la isla: «Nací en Cuba. Mis padres son navarros y viví en un pequeño pueblecito cerca de Pamplona durante muchos años. Llegué a Eivissa porque soy hermana de la caridad. Una vez aquí, el que era obispo por aquel entonces, José Egea, nos dijo que hacía falta presencia de la Iglesia en la cárcel y propuso que fuéramos unos días a la semana para dar clases de catequesis. Así empezó todo».

Según afirma, la primera impresión que se llevó de la cárcel fue impactante: «Nunca había entrado y sinceramente me quedé muy sorprendida porque recuerdo que los internos gritaban; no eran tan educados como ahora. En la actualidad parece que están más calmados y se portan mejor». Desde entonces ha acudido varias veces a la semana para dar clases a los presos que quieren: «Hay algunos que con el paso del tiempo aprenden mucho y otros que no tanto. Había personas que me esperaban muy contentos».

Sor Georgina cuenta que con el paso de los días se entabla una relación de confianza: «Solía hablar bastante con ellos sobre el tiempo que les quedaba de condena y me contaban por qué estaban encarcelados, por ejemplo. Al principio se muestran un poco reacios, pero luego agradecen mucho ese tiempo de distracción». En la actualidad, esta hermana sólo visita la cárcel para asistir a la misa del sábado: «Tengo osteoporosis y artrosis; no puedo estar mucho tiempo de pie y hay días que me levanto muy mal, por eso voy con el resto de las hermanas a la eucaristía del sábado», aunque puntualiza: «Ahora también ayudo a dar de comer a los ancianos en la residencia Reina Sofía».

María José Real

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