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esde hace dos años y medio, cuando se reformaron las instalaciones del Cine Serra, la cabina del operador del proyector del cine pasó a ser totalmente transparente. «La idea es que todo el mundo puede ver como trabajamos con la película y mucha gente se sorprende al ver que los rollos de negativo son tan grandes», comenta Jesús Pujabi. Se trata de una sala con dos proyectores y varios platos gigantes donde está colocado el negativo. Es un profesión que no se ha perdido con el desarrollo tecnológico, pero si que ha sufrido muchísimos cambios. Antiguamente se necesitaban como mínimo dos proyectores y dos operarios para proyectar una sola película, en cambio, en la actualidad un solo operador puede hacerse cargo de varias películas al mismo tiempo e incluso aunque se estén proyectando en salas distintas. «Llevo más de doce años en una cabina de proyección y ahora está todo automatizado, antes tenías que enrollar la película manualmente o abrir el obturador entre otras muchas cosas», explica José Àngel Dieste.

Ahora el proceso es más sencillo, lo primero que hacen cuando llega la película es empalmar los trozos, ya que suele venir por partes. Una vez está toda la película unida se coloca en uno de los platos, se pasa por el sistema de rodillos que impide que el negativo se roce en exceso y después de manera automática se va introduciendo en el proyector. Esta máquina ya detecta, gracias a una banda metálica en un lado del negativo, si tiene que cambiar de objetivo por que si la película es en scope, con bandas negras, o en el formato panorámico o estándar. Una vez todo colocado, ya sólo tienen que darle un interruptor que accionará la máquina.

Antes todo este proceso había que hacerlo manualmente. Aunque en la actualidad parezca sencillo se trata de un trabajo que requiere mucha atención ya que se debe llevar un mantenimiento de la maquinaria, supervisar que la película no se rompa y que los empalmes del negativo estén bien hechos, cambiar las bombillas de los proyectores y limpiar las ventanillas para que no se vean pelos o motas de polvo.

La temperatura de esta cabina es bastante fría, para que los aparatos no se recalienten, se trata de un lugar en el que se respira toda la cálida magia que tiene el mundo de celuloide. «Muchos piensan que las películas en el cine se proyectan con un disco», comenta entre risas Jesús Pujabi. Su compañero José Àngel Dieste es capaz de ver los topos, marcas en el negativo que indican que hay que cambiar de rollo, cuando va al cine como espectador. «Esas señales son imperceptibles para el resto», comenta. Esto es lo que tiene pasar casi una vida entre rollos y negativos.