BÀRBARA MUNAR

¿Se imagina que su hija naciera siendo discapacitada? ¿Se imagina tener que viajar cada semana a Barcelona para conseguir que tuviera una mejor calidad de vida? ¿Y tener que afrontarlo sola y sin ayudas sociales?

Esta es la situación de Jacinta Rodríguez y de su hija Aída Morillo quienes viajan cada semana a Barcelona para que Aída de lunes a viernes pueda participar en un curso para mejorar su autonomía personal. En Eivissa no hay programas similares en los que se enseñe a personas con la enfermedad de espina bífida a conseguir una mayor independencia y movilidad. A esta carencia de la isla, hay que añadir que Aída a sus veinte años de edad no puede utilizar aviones para trasladarse a Barcelona debido a que hace 15 meses, mientras viajaba, tuvo una trombosis pulmonar y poco después, en un segundo viaje tuvo una paresia (parálisis leve que consiste en la debilidad muscular). Desde entonces por recomendación médica no puede viajar en avión y debe ir en barco. Esta situación obliga a que cada viernes por la mañana Jacinta viaje a la ciudad condal en avión para recoger a su hija, luego por la noche las dos vuelven en barco y llegan a Eivissa el sábado por la mañana. El lunes, Aída empieza de nuevo sus clases, de forma que madre e hija están un día y medio en Eivissa para el domingo por la noche tomar de nuevo un barco de vuelta a Barcelona. Jacinta lleva a su hija al piso tutelado y poco después, a media mañana, la madre vuelve a Eivissa en avión para repetir este periplo cinco días después.

Sin ayudas

Jacinta trabaja en un bufete de abogados de lunes a viernes, pero esta situación le obliga a perder cada semana dos días. «Hasta ahora lo he solucionado porque he pedido los días de mis vacaciones, pero a partir de ahora no sé como lo voy a hacer porque ya no me quedan días libres», asegura preocupada.

La cuota mensual en el piso tutelado, donde la hija de 20 años está aprendiendo a cocinar, hacer trámites cotidianos en el banco, a moverse por la ciudad y hacer actividades de la vida diaria, unida al precio de los billetes de avión y de barco y los gastos semanales de Aída, significan para la familia unos desembolsos de unos 1.500 euros mensuales. Jacinta de momento no cuenta con ninguna ayuda y por este motivo ha solicitado una beca para que su hija pueda «seguir estudiando fuera igual que los chicos que van a la universidad» y subvenciones para pagar los trayectos o bien un hotel en Barcelona para poder pasar el fin de semana.

Un piso tutelado en Eivissa

Por otra parte, Jacinta también ha presentado un proyecto al Consell y al Ayuntamiento de Vila para que este servicio de autonomía personal que se ofrece en Barcelona, se ponga en marcha en Eivissa el próximo año. Para ello se necesitaría un piso tutelado, una coordinadora, una psicóloga y dos monitores con conocimientos de auxiliar de clínica para poder atender a estos enfermos. Jacinta tiene concertada una entrevista la semana que viene con el presidente del Consell, Xico Tarrés, para que «nos dé respuestas». «Ahora es el momento de que los políticos demuestren lo que se prometió en campaña electoral», concluye con los ojos abiertos como platos, en los que se atisba emoción e incertidumbre.

Nada más cumplir cuatro años, Jacinta tuvo problemas para escolarizar a su hija debido a que llevaba pañales y no había un auxiliar educativo para poder cambiárselos. Esto sucedía en 1991 y no pudo escolarizar a su niña hasta el curso siguiente cuando la aceptaron en el primer centro de integración que había en la isla, el Portal Nou. Otros problemas con los que se ha encontrado hasta ahora es que en Eivissa no había escuelas de verano ni campamentos de integración, de forma que llevaba a su hija a los de Madrid y Barcelona. Finalmente, tras sus peticiones y las de otros padres consiguieron tener campamentos para discapacitados físicos en Eivissa. Ahora espera conseguir un piso tutelado en la isla para que su hija consiga una mayor independencia