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lgo más de tres meses ha tardado el pintor Ariel Dardo en restaurar el pequeño barco San Pablo, que cuenta con más de 100 años de antigüedad. Según explica Ariel, esta embarcación pertenecía a la familia Botja y él la encontró un día mientras paseaba: «La historia es una conjunción de señales y situaciones.

Una mañana conozco a Juanjo Marí Caleru, hijo del mítico Juan Marí Caleru constructor de barcos. Hablamos y decidimos hacer dos kayaks de madera. Al día siguiente fui caminando entre Sant Josep y el cruce de cala Vadella y de repente vi este barco; estaba todo hecho astillas, pero me encantó». Y añade: «Me gustó mucho, pero pensé que estaba muy estropeado, por eso me fui. Al llegar a casa me di cuenta de que me había dejado las gafas de sol y tuve que regresar; entonces me di cuenta de que quería restaurarlo. Pregunté en el pueblo de quién era, me dijeron que de los Botja, les pregunté si les importaba que lo restaurara y me dijeron que no. Así empezó todo». Tras tres meses de trabajo diario («unas 15 horas diarias», señala Ariel) la embarcación está totalmente restaurada y en busca de un dueño: «Empecé toda esta historia por aprender una labor tan importante como es la restauración del barco, pero no me veo haciéndome cargo de él».

Según cuenta le da mucha pena que el barco seguramente se marche en octubre a Holanda, país en el que hay una persona muy interesada en esta embarcación. «Me gustaría que se la quedara alguien de Eivissa, un particular o alguna institución porque se ha restaurado aquí». Ariel asegura que lo único que le falta al nuevo San Pablo es «una regata alrededor de es Vedrà».

María José Real