egún cifras del viceconsulado británico en Eivissa, en las Pitiüses hay entre 6.000 y 8.000 ciudadanos británicos registrados, una comunidad que se ha integrado perfectamente en la sociedad ibicenca y que ha conseguido mantener sus tradiciones.

Existen zonas en la isla que se conocen principalmente por ser centros de ocio para los turistas británicos que nos visitan anualmente, como el West End de Sant Antoni. El turismo británico más familiar prefiere hospedarse en otras zonas de la isla, como Santa Eulària. Son precisamente muchos de estos turistas los que se enamoraron de la isla durante sus vacaciones y decidieron fijar aquí su residencia.

Al mudarse a la isla deciden abrir sus propios negocios, continuar con su fe y seguir realizando las actividades que les gustaba practicar cuando vivían en el Reino Unido. Existen multitud de servicios y de lo más variopintos que están a disposición de residentes y turistas y para los cuales no es necesario saber una palabra de español. Desde fontaneros, electricistas o jardineros hasta peluqueros, profesores de yoga o grupos de paseo y teatro, toda la comunidad británica residente en Eivissa y Formentera puede disfrutar de sus servicios. También tienen su própio periódico gratuito que se distribuye semanalmente y la iglesia anglicana celebra misas en inglés en varias parroquias de la isla.

Bob, el capellán de la iglesia anglicana en Eivissa, se mudó a la isla hace cuatro años respondiendo a una demanda de empleo que se publicó en un periódico británico. Actualmente celebra servicios religiosos semanales en inglés en varias parroquias de la isla como Sant Carles, Sant Rafel, es Cubells, Sant Agustí y Formentera. Los sábados tras la misa se reúnen en el bar Cruce de Sant Rafael y Bob confiesa que la primera vez que llegó a la isla «no sabía dónde estaba». En sus años como profesor había oído a los jóvenes hablar sobre Eivissa y sus juergas pero al llegar descubrió que había muchas cosas más allá de las fiestas. La mayoría de fieles que acude a las misas son británicos pero también va gente de todo el mundo, en su mayoría jubilados.

Brian Whetton y su mujer, Diane, son un claro ejemplo. Ambos son miembros de los 'Wednesday Wanderers' (Los trotamundos de los miércoles). Este grupo ha trazado cerca de treinta rutas por zonas rurales de la isla y han descubierto lugares que pocos residentes conocen. Como una prensa de aceite del siglo XVI que permanece abandonada cerca de Santa Eulària o los sistemas de irrigación de los romanos que permanecen intactos a lo largo de uno de sus paseos. Este matrimonio llegó a Eivissa por primera vez en 1971. Era la primera vez que salían de Inglaterra y decidieron mientras contemplaban la paya desde su casa en Cala Llonga que una vez se retirasen vendrían a vivir aquí. Y así sucedió en 1997, cuando compraron su actual residencia, en su lugar preferido, Cala Llonga.

Su sueño se cumplió, igual que el de Sophia y Rod Ellington. Ambos regentan actualmente un supermercado de productos ingleses en Santa Eulària pero su relación con Eivissa fue un amor a primera vista. Tras venir cada año de vacaciones, decicieron quedarse ya que era demasiado duro regresar a casa. Ahora están encantados con sus vecinos, su negocio, la vida que llevan aquí y, sobre todo, con la isla. Lo único que echan de menos es «poder ir al cine y algunas tiendas de ropa». «Por lo demás, nos sentimos en casa», aseguró Sophia. Ellos han decidido aprender español cuanto antes ya que consideran que es imprescindible para poder integrarse plenamente en la sociedad ibicenca.

Sonia Marí Dilkes, trabaja en una empresa de organización de ceremonias para ciudadanos británicos. Por su trabajo, está acostumbrada a tratar con los británicos que residen en Eivissa y, asegura, «los ingleses confían más en un fontanero o en un electricista español, pero no pueden comunicarse con ellos así que eligen al inglés». Aunque para muchos resulta complicado aprender un segundo idioma, y más cuando tienen que hacerlo a una edad adulta, saben que es imprescindible ya que aprender la lengua local les facilita muchísimo el día a día; y también les ofrece una sensación de pertenecer a una comunidad que les ha acogido desde su llegada. Laura Tur

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