Uno de los ejercicios es hacer un círculo, poner juguetes en medio, alejarse y volver a cogerlos al acercarse de nuevo.

Ya había traído a la mayor y la verdad es que le fue muy bien para empezar a ir a la playa y familiriarizarse con el agua. Por eso he decidido repetir el cursillo de natación con Erika», explicaba Inma, minutos antes de sumergirse en el agua con su pequeña Erika, de siete meses, que según cuenta su mamá: «Le encanta el agua; cuando sale de la clase se queda muy relajada». Durante todo este mes, un grupo de bebés de entre seis meses y un año y medio disfrutan en la piscina de Can Misses con sus padres en unas clases de natación muy especiales en las que mientras los pequeños pierden el miedo al agua y se familiarizan al mismo tiempo con este elemento, los padres con el paso de los días comprueban cómo se fortalecen los vínculos afectivos con sus retoños. «El principal objetivo de este curso es que los padres y madres manejen a sus hijos dentro del agua. En este sentido, los bebés se familiarizan muy rápidamente con el agua, pues cuentan en todo momento con el apoyo del padre o madre», explica Elisabeth, que junto con Arantxa se encarga de dirigir estas sesiones tan tiernas de natación. De entre los principales beneficios para los pequeños destacan el fortalecimiento de sus músculos, el nivel de relajación que consiguen y una mayor receptividad a establecer vínculos sociales: «Antes de meterse en el agua y cuando están dentro de ella notas que los bebés se miran entre ellos y al resto de las mamás y tienden a imitar», explica Elisabeth. Asimismo, también aprenden a agarrarse al bordillo de la piscina y a cerrar bien la boca y los ojos cuando se sumergen en el agua. Los ejercicios que suelen practicar durante la media hora que duran las clases se centran en lanzarse al agua, mover los brazos y piernas simulando el nado y aprender a sumergirse sin miedo.

María José Real