osé Luis Roselló Serra (Eivissa, 1943). Nació en un piso que sus padres tenían alquilado en la Plaza del Parque. El suyo fue un parto complicado, ya desde entonces dio muestras de que no quería llevar una vida fácil y tranquila. Se autodefine como un ave nocturna. Habla con pasión acerca de su trabajo y con orgullo de su tierra. Gesticula con elegancia mientras habla y le gusta disfrutar de un buen cuba libre. Hace dos años que vive en Viena, donde es el embajador de España ante la Representación Permanente de los Organismos Internacionales (OSCE).
-Hace pocos días que ha regresado de Viena, ¿cómo ha vivido los festejos de la victoria en la Eurocopa?
-Por suerte lo he podido vivir en la intimidad. He disfrutado con mis amigos y con algunos visitantes ibicencos de los partidos, pero siempre desde el salón de mi casa. Lo curioso es que en las fases previas vino más gente, muestra del pesimismo o del realismo de los españoles. El argumento era que esa parte seguro que la jugábamos.
-La gente que viajó a Austria vivió el campeonato con mucha pasión, ¿no es cierto?
-Yo creo que la proporción era de tres españoles por cada alemán. Eran muy vistosos. Todos los españoles que vivimos y trabajamos en Viena lo vivimos muy intensamente porque nadie lo esperaba.
-Ahora le ha tocado permanecer al margen, pero ésta no se corresponde, desde luego, con la imagen glamourosa que todos tenemos de los embajadores y diplomáticos. ¿Qué hay de realidad en esta imagen?
-Esta imagen pertenece a la leyenda y ha pasado un poco a la historia. Evidentemente hay actos sociales. De hecho, hoy en día, gran parte de las cosas tienen un gran componente de relaciones públicas y todo lo que no es público no existe. Por lo tanto, aunque no todo sea tan protocolario, siempre hay cosas que hacer, pero son trabajo, hay poco glamour.
-Lleva 35 años en la carrera diplomática, ¿en qué países ha estado?
-El lugar donde más tiempo he estado fue Nueva York, donde estuve trabajando durante 11 años en diferentes cargos. Pero mi primer destino fue Managua. Luego estuve en Angola, durante cuatro años, en plena guerra civil. También he estado en Rabat, en Kuwait, Casablanca y Madrid.
-Fue precisamente en Nueva York donde vivió la recuperación del Guernica y su regreso a España, ¿qué recuerdos tiene de ese acontecimiento?
-Para mi fue todo un honor poder ser testigo de ese momento. Fue algo histórico para nuestra vida cultural. Recuerdo que las negociaciones fueron muy duras ya que había muchas partes implicadas. Un compañero y yo conseguimos colarle un gol a un abogado jovencito que quería que firmáramos una cláusula de derechos de reproducción de reproducción del cuadro. Esa cláusula que se 'inventó' mantenía los derechos para el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Fuimos rápidos y le ahorramos al estado español alrededor de diez millones de dólares (risas).
-Y siempre llevando el nombre de Eivissa allá a donde va...
-Efectivamente. Tuve la oportunidad de desarrollar una semana de Eivissa cuando estaba en Nueva York. Fue muy emocionante recibir a amigos y familiares allí, así como a las autoridades del recién fundado Consell Insular. No sabe lo que fue escuchar caramelles en la catedral de Saint Patrick. Hubo un desfile de moda adlib y tanto las exposiciones de de Vicent Ferrer Guasch como la de Pele Torres, en las mejores galerías de la ciudad, fueron un gran éxito.
-¿Suele regresar a menudo a la isla?
-Sí, por suerte mi profesión me ha permitido volver por lo menos una vez al año.
-¿Y qué le gusta hacer cuando viene de vacaciones?
-Antes tenía un ritual, que se repetía cada año. Iba a ciertas tiendas, a visitar a las personas que veía en mi infancia y siempre se repetía. Cuando regresaba de Madrid en mi época de estudiante podía pasarme horas en el muro del faro mirando el mar. Y cuando ya me sentía integrado de nuevo en el espíritu de la isla ya me iba contento.
-¿Qué mantiene de ese ritual de juventud?
-Ahora poco queda de ese ritual, pero sigo siendo un enamorado de la noche (risas). A mí muchas veces me sorprendía el amanecer en el Keeper, hablando y hablando. Otro sitio emblemático y al que vuelvo siempre que puedo es a la discoteca El Divino. Mi padre solía invitarnos a cenar el día de los fuegos de Sant Ciriac y siempre acabábamos muertos de frío y tapados con los manteles. Según mi opinión, el mayor encanto de Eivissa sigue siendo la noche. Ahora, cuando puedo, prefiero practicar actividades más relajadas, como el golf, porque tengo problemas de espalda. A mi mujer le gustaba mucho ir a la playa y solíamos pasarnos el día entero en el Malibú, en ses Salines.
-¿Ya conoce cual será su próximo destino?
-Todavía no porque en teoría me quedan dos años más en Viena. Todos los diplomáticos siempre dicen que quieren volver a su primer destino, pero a mi ya se me ha pasado. Teniendo en cuenta lo que me queda de carrera y, si la elección estuviera en mis manos, me gustaría un destino mediterráneo como Túnez.
-¿Recuerda alguna anécdota divertida reciente?
-Sucedió hace muy poco en una recepción de sus majestades los Reyes. Durante una cena informal con el Rey éste preguntó: «¿quien de ustedes es de Eivissa?». Me quedé muy sorprendido de que supiera de donde era.
-Si pudiera elegir un destino entre las ciudades en las que ya ha estado para vivir para siempre, ¿cual escogería?
-Escogería Eivissa, sin ninguna duda (risas). Me he asegurado de mantener mis aficiones porque ya no se como sería vivir aquí sin trabajar fuera.
Laura Tur
J
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