-En los años 60, la hora de cierre era a las 3 de la madrugada. Restringir y limitar los horarios es algo que no va con mi filosofía. Se veía venir, dada la permisividad que ha existido en las sesiones matinales que se han venido realizando en locales ilegales y que aún ahora siguen funcionando habiendo degenerado la situación a un punto que francamente no valía la pena seguir en el tema. Por esta razón entiendo que la medida es oportuna aunque vaya contra mi forma de entender cómo se debe gestionar la libertad de los horarios.
-Desde su punto de vista, ¿es posible un cambio de turismo en una isla que ha sido considerada siempre como la meca del 'dance'?
-Solo falta seguir asediando e intimidando a la gente joven para que pierdan el interés por venir. Y puede llegar antes de lo que pensamos. Ahora bien, creo que se cometería un verdadero despropósito y una irresponsabilidad de dimensiones incalculables. Hay una verdadera perversión en el hecho de criticar a la gente joven por su comportamiento, pero el comportamiento que tienen aquí es el mismo que tienen en los lugares donde habitan. Vienen de vacaciones a Eivissa para disfrutar de la música, que para gran parte de ellos es una nueva religión.
-¿Piensa que beneficiaría a todos los sectores de la economía local o que algunos quedarían fuera?
-Pondría en bandeja de plata el mercado turístico en manos de unos pocos. Pero qué disparate es el que a estas alturas hablemos todavía del cambio de modelo turístico cuando el mercado turístico está cambiando a gran velocidad, desplazando los viejos destinos, como Eivissa, por otros nuevos a precios muy inferiores y con plantas hoteleras de nueva generación, con infraestructuras modernas, con parques temáticos, campos de golf, playas tan buenas como las nuestras. Pero todos nos miran con envidia por lo que hemos sabido promocionar, organizar y ofrecer en el campo del ocio-música, donde no tenemos competencia. Aunque el genuino competidor es Mallorca, y que tiene una deuda histórica con Eivissa. Y aún no ha habido un político ibicenco que haya reivindicado esta deuda. Mallorca ha sido desleal con Eivissa.
-Como vecino de Botafoc, ¿qué opina de la reforma que Autoritat Portuària proyecta para el puerto de Eivissa?
-A mí me ha parecido genial y sencilla la propuesta de Isasmendi respecto al puerto que se podía haber planteado en es Codolar, aunque ahora es tarde. No conozco un puerto más tercermundista que el de Eivissa, es una vergüenza. ¿Cuántos años hace que se construyó el espigón nuevo? ¿Cuántos más hay que esperar para actuar?
-Usted es un fiel testigo de la evolución de la isla. ¿Qué cambio cree que le ha perjudicado más?
-Yo fui concejal de Urbanismo en dos ocasiones en el Ayuntamiento de Sant Antoni y las posibilidades del desgraciado Plan Provincial que se hizo desde Mallorca dieron cobertura a todos estos edificios monstruosos que se han cargado la fachada del pueblo. Y queda un testigo que es anecdótico por su horrible configuración y situación, y es el Ali-bey, en ses Variades, con doce pisos, solito, casi en ruina, vigilante y como muestra de algo que nunca debió ocurrir.
-¿Y qué cambio piensa que la ha beneficiado?
-Si la metida de pata más grave ha sido cargarse el puerto de Eivissa con el dique Botafoc, el cambio más beneficioso ha sido la construcción de las desaladoras, ya que de lo contrario hoy todos los acuíferos de la isla estarían salados y para siempre irreparables.
-Como empresario ¿cree que estamos en crisis?
-Estamos a un 30 por ciento por debajo, respecto al año pasado, pero para muchos no es el 30 sino el 70 ya hasta el 80 por ciento. Por lo tanto, esta palabra que tanto asusta, crisis, ya está aquí. Ahora veremos quién salva los muebles. Hablar de cambios en modelos turísticos y todo lo que se puede leer en los medios es sencillamente una paranoia dogmática de los partidos políticos que confunden y manipulan la sociedad. Hoy la sociedad vive encorsetada por un exceso de regulación y legislación en el que la burocracia es la verdadera y desastrosa protagonista de la lentitud desesperante y la interpretación partidista de las normas vigentes y que sirven para interpretarlas de modo positivo o negativo según de quien se trate y de los intereses de los políticos de turno.
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