S

egún la Asociación de Celíacos de las Illes Balears (ACIB), uno de cada 200 españoles está afectado por la celiaquía, una enfermedad que consiste en la intolerancia permanente al gluten (una proteína que se encuentra en el trigo, la cebada, el centeno y la avena). La ingesta de esta proteína, tanto de manera frecuente como en pequeñas cantidades aisladas, provoca la eliminación progresiva de las vellosidades del intestino delgado con la consiguiente mala absorción de las propiedades de los alimentos, por lo que se incurren en contínuas pérdidas de peso y problemas de malnutrición que si no se detectan a tiempo pueden ser muy graves.

Mari Torres, vicepresidenta de la delegación ibicenca de ACIB, y Pepa Tur, presidenta de la misma entidad, son madres de niños celíacos y ésta última también padece la enfermedad. «Me diagnosticaron la enfermedad cuando me quedé embarazada de mi segundo hijo, Miquel. Con el primero tuve algunos síntomas, como psoriasis y anemia; con el segundo me hicieron un estudio más amplio y ya vieron que era celiaquía», afirma Pepa, que descubrió que Miquel era también celíaco hace un año. En el caso de Neus, una de las hijas de Mari, el diagnóstico fue más complicado: «Estuvimos casi un año intentando saber por qué la niña tenía pánico a la comida; al final recurrimos a un médico de pago».

Los síntomas de la celiaquía suelen ser muy diferentes, razón por la que el diagnóstico se complica y retrasa en muchos casos: «Los síntomas más comunes son la pérdida de peso, hinchazón del vientre, diarreas y vómitos. Sin embargo, no siempre guardan relación con problemas digestivos, pues hay quien desarrolla problemas de absorción de calcio o anemias, por ejemplo», cuenta Loreto Carbonell, diploma en Nutrición que colabora con la asociación de celíacos de Eivissa. Y añade: «Es difícil de diagnosticar porque hay síntomas que no se asocian directamente a una posible celiaquía».

Como todas las familias, Mari y Pepa acuden habitualmente al supermercado, pero su cesta de la compra es muy especial, pues tiene que ser variada para intentar equilibrar las carencias por no consumir determinados tipos de alimentos y controlar de la manera más estricta posible los ingredientes de los productos. Para ello cuentan con una guía de alimentos que edita la Federación de Asociaciones de Celíacos de España (FACE) en la que especifican por productos y marcas las partes por millón (ppm) de gluten que contienen esos alimentos. En este sentido, las empresas que aparecen en este libro de consulta certifican que tienen menos de diez ppm, aunque lo preferible es no consumir ningún producto que contenga gluten. Aún así, el etiquetado de los productos en muchas ocasiones no concreta las proporciones de los ingredientes y, en algunos casos, aunque pongan que son alimentos libres de gluten, puede ser que contengan de manera indirecta en algunos de sus ingredientes, como los espesantes de los zumos. A esto hay que sumarle el encarecimiento de los productos para celíacos: «Mientras que un paquete de espaguetis con gluten puede costar un euro, sin esta proteína el precio se dispara a siete, por ejemplo», cuenta Pepa. El informe de precios sobre productos sin gluten de 2008 que cada año elabora la FACE así lo certifica: una persona celíaca gasta 1.614,48 céntimos de euro más al año en hacer la compra que una persona que come productos con gluten. A esto también hay que sumarle la falta de ayudas por parte de la Administración Pública.

La falta de información es otro de los problemas con el que se encuentran los celíacos de Eivissa: «En más de una ocasión nos ha pasado que hemos estado en un restaurante y nos han hecho sentir mal porque les hemos pedido por favor que usaran un pan específico para la niña», afirma Mari. Así, las contaminaciones cruzadas también afectan a los celíacos: «No sirve de nada que uses un determinado pan o aceite si remueves los espaguetis con una cuchara que ha estado en contacto con el gluten», explica Loreto.

María José Real