Soy enfermera y muchas veces tuve que hacer de médico, de anestesista y de cirujana. Estás allí y si no lo haces tú no lo hace nadie». Quien habla es Carmen Tur Ollé, enfermera interina de Can Misses y cooperante de Médicos Sin Fronteras desde 1999 en misiones humanitarias realizadas a Angola, Sudán y Colombia: «Lo tenía claro, era un tema que siempre me había gustado y que quería probar», aseguró Carmen, que decidió sumarse a este proyecto que ya lleva más de 30 años funcionando en muchos países del mundo alentada además por una compañera, la también cooperante ibicenca de Médicos Sin Fronteras Catina Torres: «Ella me había hablado de su experiencia y dije 'vamos a probarlo'».

Desde entonces su primer destino fue Angola, en 1999. Un país en guerra y el trabajo en un campo de desplazados la esperaban: «Allí empezamos desde cero. Desde darles mantas hasta hacer tiendas para que ellos vivieran», explicó acerca de un proyecto que también demandó la construcción de tanques de agua potable y letrinas, y por supuesto, las consultas, la atención en pediatría y de adultos. Su segunda vez en Angola, ya en 2004, el panorama había cambiado. La paz había llegado al país, y un problema de malnutrición afectaba a los niños de la zona: «Empezamos por los niños pero terminamos atendiendo a todo el mundo, porque comenzaron a venir adultos con casos de malaria, meningitis, neumonía, y bueno, ya todas las enfermedades comunes», agregó.

«Saber adaptarse, tanto aquí como allí». Esto es para Carmen lo que más se necesita para ser cooperante. Una característica que no sólo ha tenido que saber utilizar en las zonas de conflicto, sino también, al regresar a la isla y encontrarse en un supermercado sin poder elegir entre los tantos y tan diferentes tipos de leche que hay en las estanterías. «Nosotros, por ejemplo, en Angola le dábamos tres litros de leche por niño y otro tanto de maíz. Pero porque sabíamos que de ahí no solamente iba a comer el niño, sino también toda la familia». Nutrición infantil en Àfrica, justo el perfil que ella había presentado en Médicos Sin Fronteras al pasar la entrevista de acceso, una forma que tiene esta ONG de ubicar a los médicos y enfermeros del mundo donde más les necesitan para que desarrollen la labor que saben y en la que se ven aptos para llevar a cabo.

«La verdad es que no he oído en mi vida un tiro», comentó Carmen en su entrevista de acceso. «¿Y dónde te gustaría trabajar?», le preguntaron; «En Àfrica y con niños», aseguró. Después, de la teoría a la práctica el paso fue inmenso. En su último trabajo en Sudán, también en conflicto, debió aprender de todo: estudiar sobre la marcha, ayudar en cirugía y anestesiar pacientes, siempre guiada por otro profesional pero, sobre todo, en una labor realizada codo con codo, con compañerismo y «sin jerarquías». Una labor a desarrollar en lugares muy conflictivos en los que aseguró nunca haber pasado miedo: «En las zonas donde estás, claro, eres el único blanco y eres el blanco perfecto; si te quieren hacer algo vienen a por ti y lo hacen. Pero miedo no he sentido, y en los cuatro sitios donde estuve la gente me ha respetado», aseguró acerca de una suerte cobijada también por la política de Médicos Sin Fronteras: «Otra cosa es que en esta ONG nunca se va a cuestionar si eres blanco o negro, si eres católico o protestante. Tu vienes a atender a la población y da igual quién seas. Si estás en un conflicto y estás atendiendo al bando A, vas a intentar que del otro lado haya un equipo que atienda al bando B. Si hay una rotura muy grande de los derechos humanos se valora qué hacer y cómo hacerlo. Y se espera que el resultado sea positivo», aseguró; una experiencia que vivió también en Sudán cuando unos médicos holandeses denunciaron contra el gobierno la cantidad violaciones que tenían lugar durante esa guerra. «En ese momento pasamos tensión. Había que estar más atento», agregó Carmen, que no duda en embarcarse, próximamente, en una nueva misión humanitaria. L.A.

En 1999 y en 2004 Carmen estuvo en Angola, primero durante un período de guerra y después, cuando el país ya estaba en paz. «Entre un año y otro se ve mucho la diferencia porque, por ejemplo, cuando estaban en guerra no veías a la gente por los caminos, pero en el 2004 sí, ya veías a la gente que caminaba por los caminos, que iba al mercado, hacían trueques y sembraban», comentó. Dentro de este segundo período también organizaban juegos una vez al mes, «para que los niños se distrajeran y para mejorar los contactos con las madres», explicó.

Carmen Tur Ollé siempre había tenido claro que quería ser cooperante. Y no sólo lo es, sino que también ha coordinado uno de los equipos que viajó a Sudán en 2005. Eran sólo siete personas y tuvieron tres intensos momentos con heridos de guerra, en el que bajaban camiones llenos de personas, una situación en la que sintió «impotencia» de no poder hacer más. Además, Carmen comentó que en muchos casos se puede contar con otros grupos que se encuentran trabajando en estas zonas, como puede ser el Comité Internacional de la Cruz Roja. «No colaboramos ni trabajamos juntos pero en muchos casos cooperamos», agregó.

La única excepción fue, según Carmen, en 2001, cuando en Colombia tuvieron que dejar el proyecto porque nadie les garantizaba la seguridad necesaria par atender a la población civil.

Su último trabajo fue en Sudán, en 2005 y el proyecto era poner en marcha el hospital. «Era todo estructura y había que ponerlo a funcionar. Llevamos una especie de kits de emergencias con los que hacíamos cirugía, pediatría, vacunación y hospitalización más urgencias. Y después hicimos todo el pedido real de lo que necesitábamos». Carmen comentó que en Su dán, no todos los médicos y enfermeros que fueron en el mismo equipo soportaron el calor y el trabajo que había que realizar. «Muchos se volvieron porque para hacer ese trabajo hay que estar bien», concluyó.