El enjuiciamiento del vigilante denunciado por Prosegur tendrá lugar ante la Audiencia Provincial después de que esta empresa de seguridad haya decidido emprender acciones legales contra su ex empleado y, además de requerirle la devolución de la suma total presuntamente apropiada, se haya personado en el caso para pedir una condena de cárcel que alcanza los seis años de prisión. La vista se celebrará en el primer semestre de 2007.

Según la investigación, el implicado dio al menos tres «mordidas» en sacas de dinero que llegaron al aeropuerto de Eivissa y que debían ser custodiadas y trasladadas en furgones por personal de Prosegur. El acusado, un hombre que durante todo el proceso ha mantenido su inocencia y que, a su vez, denunció a Prosegur al considerarse despedido improcedentemente y «acosado» durante su periplo laboral por sus tareas sindicales, iba, en un principio, a comparecer en un juzgado de lo Penal de Eivissa después de que el fiscal presentara sus conclusiones y solicitara, dentro de la supuesta apropiación indebida que se atribuía al afectado, una pena que no superaba los cinco años de prisión, como ya publicó en su día este periódico. Un tribunal superior, en este caso la Audiencia Provincial, tendrá ahora que dirimir si hay pruebas de que el vigilante se apoderara de los 308.000 euros que, según Prosegur, desaparecieron durante los traslados al calificar con mayor gravedad los cargos que se imputan al sospechoso y hacer, por ello, que la causa tenga que ser vista por la Sección Primera.

Los agentes del equipo de Policía Judicial de la Guardia Civil que participaron en la investigación que se realizó tras formalizar Prosegur su denuncia se incautaron de 92.030 euros tras llevar a cabo un registro domiciliario en la casa del acusado, vivienda que, al parecer, estaba entonces sujeta al pago de una hipoteca. Los indicios recogidos por los investigadores apuntaron entonces a que el dinero decomisado en dicho inmueble procedían de una última «mordida» que se llevó a cabo en una saca. Parte de este dinero, al parecer, aún se encontraba con los precintos con los que se rodean los fajos de billetes en los traslados.