Los propios historiadores, dibujantes, arqueólogos y restauradores del Museu Arqueològic de Eivissa y Formentera (MAEF) decidieron dar vida a la historia de la necrópolis a través de la representación teatral de los ritos, las prácticas funerarias y las formas de enterramiento de las épocas fenicia, púnica y romana.
«Un viaje a la ciudad de los muertos» que comenzó ayer para los colegios e institutos pitiusos y que tiene previsto extenderse por doce días, con motivo de la VI Setmana de Ciència i la Tecnologia.
Los primeros en sorprenderse con las representaciones fueron los alumnos del colegio Can Cantó, que en grupos de quince escolares pudieron ver desde la forma en la que incineraban fenicios hasta el mayor expolio de tumbas, de principios de 1900. Interpretaciones que los protagonistas estrenaron ayer en un ejercicio de sincronización coordinado entre el relato de la guía, la historiadora Carmen Mezquida, y las actuaciones de sus compañeros historiadores, arqueólogos y restauradores Elena Jiménez, Juan Antonio Garí, y Salvador Bohigues.
El viaje comienza junto al hipogeo de la Mula donde los llantos de una plañidera sorprende a los escolares a punto de presenciar el rito de incineración de un fenicio, que realizaron un familiar y un esclavo. «Lavaban los huesos, los metían en una urna, y le colocaban su ajuar con dos 'escarabeos', dos amuletos con forma de escarabajo. Lo enterraban y le ponían una piedra arriba», explicaba la historiadora al tiempo que sus compañeros llevaban a cabo el rito con los atuendos adecuados a la época.
La segunda escala del viaje les llevó 200 años más adelante en el tiempo, y ya dentro del hipogeo pudieron ver un rito de inhumación púnico. Nuevamente los actores, esta vez con música étnica como ambientación sonora, desarrollaron toda la simbología de estos enterramientos, primero con la purificación del muerto con una rama de olivo, la introducción del cuerpo en el sarcófago y, con él, el ajuar, sus figuras de terracota del dios Bes y la diosa Tanit, y los amuletos cerca del corazón tal y como mandaba la superstición de la cultura púnica. Tampoco faltaron la comida y la bebida para el camino a la otra vida, y la purificación con agua que realizaron todos los que participaron del rito inclusive los alumnos.
Pero todavía el viaje les introduciría aún más adentro del hipogeo para ver los dos ritos de enterramiento romano, la inhumación y la incineración, y así poder comprender cómo los hipogeos se fueron reutilizando. Así, los escolares pudieron participar del rito de la inhumación como lo hacían los romanos, colocándose máscaras que simulaban a las de cera que los romanos hacían con los rostros de sus antepasados para utilizarlas en el cortejo fúnebre.
Después, los alumnos saborearon almendras que simulaban el banquete fúnebre que también formaba parte de la ceremonia. No faltó el paso de un ladrón de tumbas de origen musulmán en busca de las monedas de plata o complementos de los enterrados. «Ladrones hubo en todas las épocas, los propios púnicos robaban a sus enterrados. Es un ejemplo de cómo las acciones del hombre dan forma al hipogeo. Aún así, gracias a los ladrones se han comunicado todos los hipogeos», explicó Mezquida a los alumnos.
Luciana Aversa
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