Dos mil personas de la Once llegadas de toda España hacen turismo por la isla desde el pasado fin de semana para vivir unas jornadas de convivencia que realizan anualmente a distintos destinos nacionales siempre que cuenten con hoteles adaptados a sus necesidades.
«Y aunque no sea fácil encontrarlos», tal y como aseguró la coordinadora de este viaje, Alejandra Luque, aquí se han podido alojar en tres hoteles de Platja d'en Bossa y desde allí hacer visitas guiadas a Dalt Vila y ses Salines, y una excursión en barca a es Vedrà, entre otros paseos.
El grupo está formado por personas no videntes y con deficiencia visual, todo ellos trabajadores de la Once, así como por personas con otro tipo de discapacidad, sus familiares, acompañantes, y un equipo de apoyo.
Ayer, una fracción de este numeroso grupo formada por 120 personas realizó una visita al Museu d'Etnografia d'Eivissa y hoy serán al menos un centenar más los que asistan a esta excursión.
«La visita está siendo bastante fluida y normal», comentó al coordinadora del museo, Susana Cardona, ayer por la mañana. «Hemos puesto dos rampas de acceso para las personas que vienen en sillas de ruedas y ubicamos piezas fuera de las vitrinas para que los no videntes las puedan tocar», agregó la coordinadora, sobre el proceso de adaptación que realizaron en Can Ros, con el patrocinio de la Conselleria de Patrimoni Històric.
Un proceso que consistió además en que todo fuera lo más táctil posible, por lo que algunos trajes típicos de la sala de vestimentas se instalaron fuera de las vitrinas, y la cueva del vino, normalmente cerrada, permaneció abierta para que los visitantes pudieran palpar los utensilios que se utilizaban en la Eivissa rural de antaño. En las salas de la cocina y la almazara de esta casa payesa, ejemplo de la arquitectura ibicenca tradicional, no debieron hacer más que tapar algunos bordillos, al igual que en el resto de la casa, para evitar algún golpe. Preparativos que facilitaron la visita a los no videntes, mientras que para las personas en sillas de rueda debieron ser de otro tipo. Para ellos, imposibilitados para acceder a las salas del primer piso, se ubicaron algunas piezas a la entrada para que pudieran darse una idea de la exposición. Sí pudieron ver la almazara, cuyo acceso fue facilitado por una rampa: «Una casa payesa es muy difícil de hacer accesible», comentó la coordinadora del grupo que fue la primera en recorrer hace meses el museo para comenzar con los preparativos de la excursión.
Luciana Aversa
Además de la exposición temporal de armas que alberga el museo, de la que también se sacaron algunas piezas de las vitrinas para que fueran tocadas por los no videntes, y sin olvidar todas las explicaciones de los guías, completadas por unos textos divulgativos sobre Can Ros traducidos al braile, los visitantes pudieron interpretar cómo son los instrumentos de la música tradicional ibicenca, por sus sonidos y por sus formas, gracias a una muestra que les entretenía en la entrada de Can Ros. La artesanía también estuvo presente en esta visita, donde los tejidos de esparto y las explicaciones de los artesanos les ayudaron a entender un poco más la cultura local. También pasearon por el Puig d'Missa y realizaron otra visita a la iglesia mientras aguardaban, por grupos, su momento de entrar en el Museu d'Etnografia.
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