Félix, frente a uno de los expositores en los que conserva lo que considera 'joyas', alguna de las cuales data de 1750. Foto: SONIA GAITÁN

Todo empezó hace 25 años cuando estaba de visita en casa de una amiga a la que le gustaban las antigüedades. Nos estábamos despidiendo y vi unas patitas que sobresalían de un armario. Le pregunté por casualidad qué era y me dijo que una muñeca de porcelana. Me la bajó para que la viera y es en este momento cuando comenzó mi curiosidad por ese tipo de muñecas», cuenta Félix Martínez, un coleccionista que compró su primera muñeca de porcelana con tan sólo 14 años. «Con el pretexto de que era el cumpleaños de mi hermana compré mi primera para regalársela; recuerdo que la pagué a plazos y, desde entonces, me di cuenta de que cuando tienes una, quieres dos, cuando tienes dos quieres tres y así hasta el día de hoy». Con el paso de los años, Félix ha ido aumentando su colección hasta reunir en la actualidad unas 3.000 muñecas de este tipo y alrededor de 5.000 miniaturas, guardadas todas ellas en numerosas vitrinas y cajas repartidas por las diferentes habitaciones de su casa. Este año celebra sus 25 años coleccionando y, en la actualidad, afirma haber frenado sus compras: «Al principio tenía meses y años frenéticos de compras pero ahora sólo adquiero cosas puntuales porque no me cabe nada más en casa. Realmente ser coleccionista es como tener una enfermedad porque quieres más y más; acaparar sin parar, pero ya me controlo». La mayor parte de las piezas las adquiere en Madrid, Barcelona y el mercado internacional, sobre todo en las subastas de París, Londres y Nueva York.

Su amplia colección abarca el periodo comprendido desde 1750 hasta 1950: «No decidí empezar en 1750, simplemente fui comprando y con el tiempo me voy dando cuenta de que tengo piezas de muchos años diferentes, razón por la cual he construido un itinerario de 200 años en el que se puede apreciar cómo era la época; se trata de un recorrido histórico». Otro punto que diferencia a esta colección es que en ella no sólo se pueden encontrar muñecas de porcelana sino todo aquello que esté relacionado con las mismas: vestidos, ropa interior, sombreros, sillas, mesas, comida, camas, almohadas, sábanas, vajillas, cepillos de pelo, orinales, zapatos, entre otros muchos accesorios que hacen de las escenas recreadas por Félix un trabajo laborioso y que necesita mucho tiempo. «Para recrear una escena necesito estar solo en casa para buscar el género que quiero. Recientemente estuve un año buscando el orinal que quería para una escena», cuenta el coleccionista, al que le gusta especialmente recrear estampas navideñas: «También me encanta tener un comedor con todos sus accesorios para recrear la hora del té y un dormitorio en el que están los niños jugando». En ocasiones, Félix ha roto alguna pieza mientras montaba una escena: «Me siento fatal porque pienso que se ha mantenido intacta durante 100 años y soy yo el que la rompe; cojo un disgusto tremendo que me dura días». Generalmente aprovecha los fines de semana para recrear escenas aunque señala: «Hay veces que estoy muy cansado y sólo me apetece estar sentado en el sofá con una taza de té y contemplando las vitrinas; eso me fascina».

Para él elegir una única pieza como favorita es difícil: «Me gustan mucho las muñecas de cera porque son muy primitivas y muy perfectas. También los autómatas (que se mueven) como un zorro francés que tengo de 1870 con ojos de cristal; una pieza muy rara. Otro de mis preferidos son los frozen charlie, que están hechos de porcelana esmaltada y cada uno es distinto porque los pintaban a mano; tengo unos 200 que van desde un centímetro a un palmo y medio». La extensa variedad de su colección muestra muchos rasgos que definen a Félix: «Quien me conoce sabe que en la colección hay mucho de mi personalidad. Por ejemplo, en muchas escenas las muñecas toman el té porque a mí me encanta. Al mismo tiempo refleja en algunos aspectos cómo me gustaría que fuera mi vida porque la imaginación y la fantasía no deberíamos perderlas nunca». Durante sus 25 años de colección ha recibido numerosas ofertas de compra: «Me han ofrecido grandes cantidades de dinero pero no la vendo porque son 25 años de mi vida que están ahí dentro. Son muchos años de dedicación mirando catálogos, buscando piezas, investigando y documentándome sobre el tema. Además, nunca he considerado el valor económico de mi colección, no me importa».

María José Real