Antonia ayer en su casa, donde le gusta pasar el rato haciendo solitarios.

Pese a tener 103 años, Antonia Marí Ramon, más conocida como 'mestra Cala', vive sola, se hace ella misma la comida y se ducha sin ayuda de nadie. Y no sólo eso. Lo mejor es que tiene la mente clara y todavía recuerda sucesos que ocurrieron cuando tenía pocos años. Por su avanzada edad y por haber levantado en su día un grupo de ball pagès en Sant Antoni, ahora la Federació de Colles de Ball le ha querido rendir homenaje en las «VI Jornades de Cultura Popular de les Pitiüses», que se celebran estos días en el centro cultural de Puig d'en Valls. El día 8 de abril, con motivo de la clausura de estas conferencias, se presentará el libro en el que se recogen las jornadas del año pasado, en el que también se incluye una pequeña biografía sobre su vida que ha realizado la historiadora del arte Susana Cardona. «Ella fue la impulsora de un grupo de ball pagès que se creó para los turistas», explica Cardona, que recuerda también que su padre, conocido como Pere Cala, llevó en el año 1912 a dos parejas de bailadores de Sant Agustí a un festival folclórico que se hizo en el Parc Güell de Barcelona. La propia Antonia recuerda también otra ocasión en la que su padre organizó una actuación de ball pagès cuando se inauguró el Monumento a los Corsarios, donde hubo una importante presencia de autoridades de la época. Un hombre que, además de recuperar tradiciones de la isla era herrero. «Tenía tres diplomas con medalla de plata por su trabajo e hizo unas armas romanas muy bien hechas», rememora Antonia, que nació en 1903 en Sant Josep, siendo la benjamina de 11 hermanos. Ella continuó en cierta forma la labor de su padre potenciando el baile folklórico en Sant Antoni para los turistas. Y recuerda especialmente una fiesta que hizo detrás del Ayuntamiento, donde decoró un patio con cañas y con ramas de algarrobo. «Hicimos un pasacalles y luego bailaron allí», explica Cala, que asegura que los extranjeros quedaron maravillados.

Su labor profesional como modista la comenzó en Eivissa, en Dalt Vila, aunque también vivió durante una temporada en Barcelona, donde se formó. Durante toda su vida se ha dedicado a hacer trajes de novia, de fiesta o incluso vestimenta para sacerdotes. Un saber que siempre ha transmitido a otras personas, porque durante muchos años dio clases de corte y confección. De ahí que se la conozca como 'mestra Cala'.

Ahora, con sus 103 años, asegura que le ha pasado todo lo malo que le podía pasar en la vida. «Sólo me queda una cosa y es que mis nietos no me quieran». Fue una de las primeras mujeres que se atrevió a separarse de su marido en Eivissa y ahora, pese a que se siente sola -su hija murió y toda su familia vive en Valencia-, dice estar muy arropada en Sant Antoni. C. Roig

La 'mestra Cala' siempre fue una gran profesional de lo suyo, la costura. «Pertegaz me invitaba a ir a ver las nuevas tendencias a Barcelona. Por eso todas las modistas de Eivissa esperaban para ver lo que yo hacía para luego copiarme los vestidos», recuerda Antonia, que ganó un concurso de trajes que se hizo antes de la guerra en Eivissa. También presume de no haber hecho dos vestidos iguales y asegura que el peor invento es la minifalda, porque «una mujer tiene que estar muy bien hecha para que le quede bien». Hasta hace poco ha seguido activa. Con 99 años le hizo el vestido de novia a su nieta y el año pasado diseñó los trajes para la fiesta de cartagineses y romanos.