El amable y generoso sol que calentó el año pasado la mañana del
día de Santa Gertrudis quedó ayer en un melancólico recuerdo ante
el desapacible tiempo imperante, que deslució considerablemente el
día grande de la localidad. La lluvia no sólo redujo en gran medida
la afluencia de público en la plaza del pueblo sino que además
obligó a trasladar la fiesta a la carpa instalada con buen criterio
para que los actos puedan seguir su curso ante una meteorología
adversa. Pero no fue lo mismo. Eball pagès está concebido para
desarrollarse en espacios abiertos y, a pesar de que los miembros
del grupo de bailes tradicionales de Santa Gertrudis dieron lo
mejor de sí y salvaron el trámite con dignidad, el escenario se
antojaba pequeño para la demostración.
La fiesta comenzó a las 9,00 horas, momento en el que el repique
de campanas despertaba a la población recordándole que era el día
de su patrona. La inauguración de una exposición de fotografía
sobre el Camino de Santiago en la iglesia precedió a la misa que
una hora más tarde ofició Vicente Juan Segura, obispo de las
Pitiüses. Decenas de personas se congregaron en el templo para
seguir la ceremonia, aunque algunos parecían hacerlo para
resguardarse de una lluvia que en esos momentos arreciaba más que
nunca. La imagen no fue sacada en procesión para preservar su
integridad. Así que la comitiva se dirigió con paso ligero hacia la
carpa para evitar quedar empapada bajo el chaparrón. Las cajas de
orelletes y las botellas de mistela fueron trasladadas en coche
para ser repartidas a cubierto entre el público que se había
desplazado hasta allí, la mayoría del cual no despreció la
invitación a pesar de ofrecerse con algo de retraso y estar
demasiado cerca de la hora de almorzar como para querer un dulce.
Era el día grande de la localidad y el tiempo no lo iba a
arruinar.
Iván Muñoz
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