Su tradición dentro del budismo es la 'Sen-Vietnamita' y traen el mensaje del 'Dharma', el camino de la enseñanza.

El maestro budista Pháp Són (montaña del Dharma), el monje Phàp Luu (camino del Dharma) y el novicio Phàp An (paz del Dharma) están en la isla con el fin de transmitir la energía de la plena conciencia.

Según Pháp Són, esta energía nace de acciones más comprometidas con la vida cotidiana, que permiten a las personas verse a sí mismas, tomarse un momento para parar y transformar el estress y la ansiedad, así como otras consecuencias del ritmo vertiginoso de la vida moderna: «Nuestra tradición está basada sobre el concepto del budismo comprometido y por ello las prácticas que damos están adaptadas a la vida moderna. Un ejemplo es que el teléfono lo utilizamos como medio de práctica, y cuando suena, en vez de ir a cogerlo, paramos y respiramos tres veces. Esto te permite cultivar paz y también ser más consciente», ejemplificó Pháp Són, sobre una forma de actuar que aplican de igual manera para otras acciones cotidianas como puede ser la de caminar.

«Intentamos aplicar la misma cualidad que si estuviésemos sentados en un cojín de meditación y no es que haya que hacerlo todo el día, pero si notas que el estrés, empieza a llevarte, paras y respiras, tendrás la mente más clara y sabrás lo que es importante sin dejarte llevar por tu imaginación y por tu estrés».

Encontrar un poco de cordura en medio de un mundo de velocidad, rapidez y, sobre todo, ansiedad es lo hacen las miles de personas que asisten los retiros del monasterio Plum Village (Aldea de los ciruelos), del que forman parte.

Ubicado en Francia, está dirigido por el maestro Thich Bhat Anh que, en el mundo del budismo, es la segunda figura después del Dalai Lhama. «Allí viene mucha gente a practicar la plena conciencia y la meditación porque es un lugar que se abre a toda clase de personas», agregó.

Ellos forman parte de los 56 monjes que viven allí y que se encargan de hacer funcionar los retiros, además de tener cada uno su propio trabajo, como el de cualquier persona, que desarrollan en la atmósfera del monasterio. «La diferencia es que allí hay un poco más de paz y tranquilidad y una cultivación de la paz interior», concluyó.

L.Aversa