El Plan Especial de Inundaciones elaborado por la Conselleria
balear d'Interior asegura que «la intensa ocupación humana de las
áreas litorales y el crecimiento urbano no controlado contribuyen a
aumentar el riesgo de destrucciones, especialmente en Eivissa y
Mallorca». La isla de Eivissa, según especifica el plan, que ayer
fue publicado en el Boletín Oficial de les Illes Balears (BOIB)
pese a que fue aprobado por decreto el 22 de abril, reconoce que ha
sufrido un fuerte desarrollo turístico, principalmente en el
litoral, con asentamientos turísticos y urbanizaciones.
Este documento va más allá e indica que Eivissa es la isla de
Balears que ha tenido «un crecimiento urbanístico más desordenado e
indiscriminado a lo largo de su litoral, con la excepción de las
áreas de más difícil acceso y de topografía accidentada, como es el
caso de es Amunts». Precisamente, el Plan Parcial de sa Caixota fue
aprobado en octubre de 1964 por la Comisión Provincial de
Urbanismo, según explicó ayer el conseller de Presidencia, José
Sala. Su desarrollo urbanístico, sobre una ladera de arcillas
expansivas, ha agravado los problemas de estabilidad del talud.
Las fuertes lluvias del pasado fin de semana, con un registro de
150 litros por metro cuadrado, provocaron un corrimiento de tierra
en la urbanización Vista Alegre que arrastró dos viviendas al menos
20 metros, quebró la carretera por dos puntos y echó abajo buena
parte de la estructura de un bloque de apartamentos. El Plan de
Inundaciones apunta que las lluvias más intensas registradas nunca
en las Pitiüses se produjeron el 15 de noviembre de 1985, con un
máximo de 281 litros por metro cuadrado, casi el doble que el
caudal que anegó la madrugada del domingo media isla.
El exceso de carga que soporta el talud de sa Caixota, con
edificaciones y algunas escolleras instaladas frente a algunas
viviendas, que tienen un peso de casi dos toneladas por metro
cúbico, y la apertura de un profundo boquete en al parte media de
la montaña para levantar más viviendas agravaron la inestabilidad
del terreno, que el domingo no aguantó más y cedió a consecuencia
de la expansión de la arcilla empapada por las lluvias. Este
derrumbe se veía venir, sobre todo después del corrimiento de
marzo, aunque, en esa ocasión, no fue tan importante y sólo produjo
daños en la carretera. Técnicos especializados vaticinaron entonces
que el siguiente sería peor.
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